Wilmer Avendaño Mañosca, de 68 años, vivía solo hace más de tres años en el barrio Chapinero de Barrancabermeja. Vendía y distribuía productos naturistas. Aunque dicen que era un hombre callado, se ganaba la estima de sus vecinos quienes de vez en cuando iban a visitarlo y le hacían compañía un rato, mientras se tomaba un tinto y se fumaba un cigarrillo.
El martes en la tarde a una de sus vecinas se le hizo extraño que no contestara el celular. Tocó la puerta de su casa, pero no atendió. Sabía que estaba ahí porque escuchaba el ventilador prendido. Alarmada, le contó a uno de los amigos de Wilmer quien decidió ‘treparse’ por un muro.
Adentro del inmueble vio desde el patio trasero a Wilmer tendido en la sala. Su cuerpo se veía tieso… estaba muerto.
Dieron aviso a la policía y aunque de manera inicial llegó el CTI de la Fiscalía, confirmaron que Wilmer habría sufrido muerte natural. A sus allegados y conocidos se les hizo extraño, pues no se sabía que sufriera de alguna patología o que estuviese enfermo esos últimos días.
Lo que sí sabían, era que estaba deprimido. Se sentía solo, extrañaba sus hijos pero vivían en Medellín y poco lo visitaban.
Luego de varias horas, personal de una funeraria se llevó el cuerpo para la Morgue donde un experto forense determinará cuál fue la causa de su deceso. Versiones preliminares apuntan a que se trataría de un paro cardíaco.
