Santiago Cabarcas sacó una moto que todavía está pagando a cuotas, y por eso no permitió que alguien más se quedara con ella.
Su caso no es único en Cartagena. Así como él, otras conductores han salido a trabajar y regresan a sus casas llenos de impotencia y con malas noticias. Como dice él: “es difícil explicar en tu casa que te robaron tu moto”.
El caso de Cabarcas ocurrió el pasado viernes 10 de noviembre, en plena celebración de las fiestas novembrinas. Mientras sonaban los buscapiés, este recibía un golpe acompañado de un trago amargo, difícil de digerir.
“Yo estaba en mi moto a las 10 de la noche, en el barrio La María. Estaba en mi barrio y en mi calle. Ya me iba a acostar, porque yo no soy de fiestas. Cuando estoy en la puerta de mi casa veo que hay dos muchachos jóvenes al frente; eran delgados, blancos y tenían los pelos pintados de amarillo. Uno de ellos tenía un disfraz con un enterizo industrial. No me parecieron muchachos malos, me dijeron que necesitaban una carrera para Martínez Martelo, y aunque yo solo transporto a una sola persona, hice una excepción y los llevé a los dos porque estábamos en fiestas. La carrera me la iban a pagar por $5.000, acepté porque los cogí en mi calle y me parecieron de confianza, pensé que podían ser familiares de algún vecino”, relata Cabarcas.
El atraco
El cartagenero conducía hacia la dirección indicada por los jóvenes, pero estaba a punto de ser atracado por sus pasajeros.
“Cuando voy a parar, uno de ellos (el que iba en la mitad) me apretó por el cuello y sacó un cuchillo grande, me puyó la espalda cinco veces mientras el otro cogía mi moto. Esa calle estaba sola, no había ni una piedra para yo tirarles o defenderme. A pocos metros había una fiesta, pero cuando quise reaccionar ya se habían ido. Yo vi que bajaron por el puente que está cerca de las estivas de El Bosque”, detalló la víctima.
Lo primero que se le ocurrió al mototaxista fue parar una moto en la esquina y poner enseguida el denuncio.
“Un señor muy buena gente me llevó hasta el CAI de la Policía, yo estaba sin celular porque lo dejé cargando en la casa. Un policía me pidió la tarjeta de propiedad de la moto, empezaron a investigar con las otras unidades y me recomendaron que la rastreara de inmediato por GPS, y eso hice”.
Cuenta Santiago que a eso de las 10:20 p. m. el mapa les mostraba que el vehículo estaba en el sector de Mamonal. A la búsqueda se sumaron los hermanos de la víctima y algunas amigos. Todos se fueron en caravana con un único fin: recuperar la moto a como diera lugar.
“La moto se la llevaron hasta Turbana, nos marcaba como si estuviera en un hotel. Cuando nosotros llegamos allá, la Policía de acá de Cartagena se puso en contacto con la Policía de allá y comenzaron a radiar. La Policía de Turbana nos estaba esperando, ya eran las tres de la madrugada. En ese momento yo no veía solución, no encontrábamos esa moto por ningún lado. Nos dijeron que probablemente la habían metido para un monte”, cuenta Santiago, quien lleno de impotencia esa madrugada tuvo que regresarse a su casa. Nadie durmió pensando en lo que había pasado.
El rescate
A las 7 de la mañana del día siguiente llamaron al cartagenero y le contaron que a las 5 a. m. el GPS marcó que la moto fue movilizada hasta Rocha, hacia una zona rural en la que, describe, hay poca presencia policial.
“Unos conocidos de allá me dijeron que vieron a dos muchachos que estaban como locos manejando una moto a toda velocidad y parándola, según iban alegres y hasta casi se caen”, dijo Santiago.
“En caravana nos fuimos para allá seis personas. Había barro, charcos, el GPS casi no se podía ver porque para allá no hay señal. Fuimos estratégicos y para manejar un bajo perfil nos dispersamos. Según el mapa, la moto estaba dentro de una casa, la gente tenía miedo de decir en qué casa era. De repente vi al joven que me había atacado, pero se fue corriendo”, relató Cabarcas.
Con asombro, notaron la tensión entre los habitantes de este corregimiento. Luego de preguntar desesperadamente, les dijeron que en una casa de barro estaban desvalijando la moto.
“Cuando llegamos había una persona desarmando la moto. Le habían quitado la careta, los guardabarros, los retrovisores, prácticamente todo. Los tipos finalmente salieron corriendo, veíamos cómo se volaban los patios. Afortunadamente la historia tuvo un final feliz, porque entre mis familiares, amigos y las autoridades hicimos el plan y logramos recuperar la moto, pero muchas veces no pasa esto. Hay bandidos que se las saben todas. La gente de La Quinta y La María somos berracos, hicimos el ‘plan piloto’ y les quitamos la moto”, concluyó Cabarcas.