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Lesly sabía los secretos de la selva y protegió a sus hermanitos

Médicos del Hospital Militar en el que atienden a los 4 indígenas rescatados del Guaviare descartaron que sus vidas estén en riesgo. Estarán internados por dos semanas más.

La mano de Cristin, la bebé de un año que sobrevivió después de sufrir un accidente aéreo y estar perdida durante 40 días en el Guaviare con sus tres hermanitos, se extendió hacia el rostro de los médicos militares que tomaban sus signos vitales para determinar qué estaba pasando por su cuerpo en el que se marcan los huesitos por los embates de la selva.

Ella es el testimonio de lo increíble, un mismísimo milagro: la resiliencia de su cuerpo consiguió mantenerla a salvo entre la lluvia, la humedad y los peligros de la naturaleza. Esa fortaleza y los cuidados de su hermana Lesly, la joven de 13 años que la protegió, junto a sus otros dos hermanitos, durante las casi mil horas que pasaron atrapados en la agreste geografía amazónica, fueron la fórmula que logró sacarlos de la jungla.

Ellas dos, Soleiny (9 años) y Tien Noriel (5) están desde la madrugada del sábado en el Hospital Militar de Bogotá recibiendo cuidados especializados después de que fueran rescatados en la Operación Esperanza que lideró el Comando Conjunto de Operaciones Especiales de las Fuerzas Militares, junto a las comunidades indígenas, durante poco más de un mes.

El médico y mayor general Carlos Rincón Arango dio el primer parte sobre su estado de salud: están en condiciones clínicas aceptables, les hicieron un protocolo de exámenes diagnósticos y empezaron un tratamiento de recuperación nutricional y psicológico. “La niña de un año es la que requiere mayor atención”, dijo.

Los cuidados se enfocan en un proceso de recuperación con hidratación intensiva porque aún no pueden injerir alimentos sólidos. “En general el estado de los niños es aceptable y de acuerdo con los informes médicos están fuera de peligro. Lo que se requiere es estabilizarlos”, detalló el ministro de Defensa, Iván Velásquez.

Pese a que estuvieron a la deriva en la espesa región de la Amazonía, solo les encontraron lesiones en tejidos blandos y picaduras. No obstante, por la gravedad de su travesía selvática, estarán entre dos y tres semanas internados hasta que sus cuerpos se recuperen por completo.

Desde el hospital la misma Lesly contó que estuvieron con el perro Wilson, el pastor belga del Ejército que sigue extraviado tras haber seguido su rastro, que los acompañó un rato y luego se perdió de su lado. Tien Noriel les preguntó a las enfermeras que cuándo le quitarán esas agujas que tiene en el cuerpo para salir a jugar y Soleiny les ha hablado a sus cuidadoras sobre lo que vivió en este tiempo.

También se supo que la pequeña Cristin todavía conserva un arete en su oreja que tenía puesto antes de que sus hermanos, su mamá Magdalena, el líder indígena Hermán Mendoza y el piloto Germán Murcia sufrieran un accidente aéreo el pasado primero de mayo, mientras viajaban a bordo de la avioneta Cessna-206 HK-2803 huyendo de amenazas contra su vida. Todos los adultos murieron, pero los chicos sobrevivieron.

Para conseguirlo, comieron algunos de los 1.000 kits de supervivencia que la Fuerza Aérea lanzó desde el aire hacia el área de búsqueda. El indicio de que los pequeños sí estaban usando esos envíos era que el equipo encontraba paquetes de comida en el suelo; y la certeza de que esas envolturas habían sido utilizadas por ellos y no por lo soldados se debía a que los militares tenían la estricta orden de guardar sus residuos. La siguieron porque la tropa es disciplinada.

Lesly fue la clave

La niña grande es conocedora de la selva y ella sabía dónde encontrar agua y frutos. Para guiarla, la abuela Fátima grabó audios que se multiplicaron desde un helicóptero hasta toda la espesura arbórea en los que les daba indicaciones sobre qué semillas y frutos podían comer y cuáles no para evitar morir envenenados.

Uno de los rescatistas que participó en la Operación Esperanza fue el capitán Carlos Villegas, quien se internó en el Guaviare durante 144 horas con su perro Tellius, un pastor belga de tres años que fue uno de los diez canes que participó en la Operación Esperanza. Ellos y el soldado identificado como “Cobra 2” estuvieron en el punto donde se encontró la cuarta huella, una de las últimas pistas que dio señales de que estaban vivos.

“La selva es muy espesa. Usted a 5 metros ya no veía al compañero, todo tenía veneno, todo lo picaba, no podía tocar nada. Había calor, pero estabas mojado todo el día. Las condiciones son muy fuertes”, relató Villegas a EL COLOMBIANO.

La búsqueda funcionó así: indígenas, tropa y voluntarios de la Defensa Civil se levantaban a las 5 a.m. y a las 6 a.m. ya estaban en fila esperando instrucciones. Arrancar significaba quedarse en la jungla al menos por una semana, con raciones militares como alimento, cargando el concentrado para el perro y los elementos de supervivencia.

Allá anochece poco después de las 4 p.m. porque los árboles tapan la entrada del sol: cuando se opaca esa luz todos se quedan quietos y acampan hasta que se vaya la penumbra, siempre con un soldado centinela que queda alerta por el riesgo de que aparezca un puma, una culebra u otros animales menos peligrosos como los jabalíes o las arañas gigantes.

Entonces, ¿cómo lograron sobrevivir 40 días en esas condiciones tan agrestes? “La clave fue Lesly que sabía cómo manejar el terreno, conocía qué era venenoso, cómo resguardar a sus hermanos y que había riachuelos por todas partes con agua”, cuenta. El agua dulce de los riachuelos era un bocanada de vida.

Que salieran con vida de allá parecía una esperanza irracional, pero se consiguió. ¿Cómo? El médico pediatra, Juan Pablo González, explica que “los niños tienen una gran capacidad de resistencia, lo que llamamos adaptabilidad en Pediatría. Tienen una capacidad de adaptación mayor porque pueden durar varios días sin agua y varias semanas sin alimento. No es otra cosa que un milagro de la vida”.

El asombro de sobrevivir

Ese término, “milagro”, fue el código con el que los participantes de la Operación Esperanza informaron que los habían encontrado. El primero en pronunciarlo, a las 5:15 p.m. del viernes 9 de junio, fue uno de los 8 soldados que estaba en la unidad que halló a los pequeños y esas siete letras se escucharon desde un aparato de radio militar con un mensaje que llegó directamente al comandante del pelotón.

El “milagro” se repitió 7 veces más en la estructura piramidal de las Fuerzas Militares hasta que llegó al presidente, Gustavo Petro, quien solo la escuchó cuando aterrizó en la base aérea de Catam tras su viaje a La Habana, Cuba, la isla desde la que anunció el cese al fuego con el ELN. Esa escala de recados tomó solo 2 minutos y para las 5:17 p.m. la noticia ya estaba en conocimiento de los altos mandos implicados en la búsqueda.

Más de 300 personas participaron en el operativo. Entre los 100 de la tropa que siempre estuvieron insertos en la jungla, a pie, y los otros que coordinaban desde el puesto de mando la logística y las comunicaciones. A esos héroes los van a condecorar la próxima semana, cuando terminen la misión de la búsqueda de Wilson.

Si el pastor belga no ha aparecido para ese momento, habrá un relevo en la tropa que está en el territorio rastreando al can que permitió encontrar a los niños. La orden del mayor general Helder Giraldo, comandante de las Fuerzas Militares, es clara: la Operación Esperanza se debe mantener porque la tropa no se abandona. Wilson es una de las piezas de esa tropa.

Hubo un mantra que los rescatistas repitieron durante todo el proceso de búsqueda: mientras no haya cuerpos están vivos. Y así fue.

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