Justo hoy, hace 23 años, cuando el fantasma del milenio llegaba con predicciones y cuentos del fin de mundo en Bucaramanga, Matty Pamplona, una experta en la preparación de tintos, enterró en una singular cápsula un pocillo que, según ella, se deberá servir con café el 22 de diciembre de 2050, justo cuando Bucaramanga nuevamente esté de aniversario.
Así ella recuerda a la famosa urna milenaria, que fue depositada a unos cuantos metros del Intercambiador de la Puerta del Sol, en la acera que bordea a las escaleras que nos llevan al parque tanque del acueducto.
La cápsula fue sepultada allí el 22 de diciembre de 1999. Centenares de bumangueses sirvieron de testigos de la forma como ese lugar se convirtió en el aposento de un gigantesco cilindro de aluminio inoxidable, cargado con 300 kilos de recuerdos de la generación de ese entonces.
Allí fue ‘congelada en el tiempo’ la magnificencia de la historia de nuestra Ciudad Bonita. En dicha urna se pueden constatar los testimonios valiosos de la Bucaramanga de todos los tiempos, la misma que hoy evocamos justo cuando se cumplen los 400 años de la capital santandereana.
En su sepultura, la cápsula estuvo acompañada de un río de curiosos, que al lado del alcalde de la época, Luis Fernando Cote Peña, formaron una torrente de personas que querían estar en tan magno acontecimiento.
Esa cápsula, que consta de 24 compartimentos, incluyó la última fracción de la Lotería Santander de ese día, la botella de Kola Hipinto, el entonces reciente billete de $50 mil y hasta una pastilla de Viagra, que era la sensación en ese momento por lo que significó vencer a la impotencia.
¡Claro! También se metieron documentos, trajes, ediciones de Vanguardia, vídeos, fotografías viejas, en fin…
En un tabernáculo de dos metros, cerca a las gradas que dan paso a la plazoleta del Parque Mirador, se acondicionaron las dos docenas de compartimentos con los mensajes para la posteridad.
La cápsula está acondicionada para que no sufra daño alguno a causa de las inclemencias del tiempo. Por eso fue enterrada en un espacio al que se le construyó un sistema antisísmico y un drenaje. Además cada una de las urnas fue fumigada y sellada herméticamente. Finalmente se le colocó encima una placa de bronce con un mensaje conmemorativo, la cual fue removida cuando se adelantaron los trabajos de adecuación del Metrolínea y puentes cercanos.
Solo el tiempo, el mismo salteador y ladrón de nuestras vidas, permitirá que este registro vuelva a ver el sol el 22 de diciembre 2050 y tal vez solo los niños que se dieron cita a la jornada, que hoy deben estar convertidos en hombres, podrán ser testigos del reencuentro con la historia.