Un trágico final sacude al mundo del fisicoculturismo: José Mateus Correia Silva, abogado y entrenador, falleció tras un ataque cardíaco mientras entrenaba. Las sospechas sobre esteroides y su legado como mentor generan conmoción y controversia.
En el bullicioso gimnasio de Águas Claras, donde el eco de las pesas se mezcla con la música estridente, José Mateus Correia Silva, conocido por todos como “Zé”, enfrentó su último desafío. El joven fisicoculturista de 28 años, abogado, emprendedor y entrenador, cayó víctima de un inesperado ataque al corazón mientras entrenaba con amigos. Era una tarde como cualquier otra, pero terminó convirtiéndose en un capítulo desgarrador en la vida de quienes lo conocieron.
Zé no era solo un atleta. Era un soñador, un líder en el mundo del fisicoculturismo, dueño de una cadena de tiendas de suplementos y mentor de muchos que buscaban su guía en Brasilia. Aquel día, tras el ataque, logró salir del gimnasio apoyado por un amigo. Con una mezcla de esperanza y urgencia, fue llevado a una estación de bomberos cercana. Sin embargo, su estado se deterioró rápidamente. Durante más de una hora, los paramédicos lucharon para reanimarlo, pero la vida del joven guerrero se apagó, dejando a todos en shock.
La noticia sacudió no solo al mundo del fisicoculturismo, sino también a quienes lo admiraban como entrenador y ser humano. “Era un apasionado del deporte, dedicado a inspirar y transformar vidas”, declaró Moov Sport Nutrition, la empresa que representaba su espíritu emprendedor. Zé no solo levantaba pesas, levantaba a las personas a su alrededor, motivándolas a superar sus propios límites.
A pesar de su trágico final, las sospechas iniciales sobre el consumo de esteroides fueron desmentidas rápidamente. Su hermano, Tiago, destacó que Zé estaba en excelente forma física y que nunca presentó problemas de salud. “El cielo ha ganado un ángel”, dijo Tiago en un homenaje cargado de amor y admiración.
Un adiós multitudinario
El funeral de Zé se convirtió en una muestra conmovedora del impacto que tuvo en la vida de otros. La capilla quedó desbordada por cientos de personas que llegaron para darle su último adiós. Con ceremonias evangélicas y católicas, su despedida fue tan emotiva como llena de gratitud por el legado que dejó. “No fue una ceremonia triste, aunque hubo mucha emoción”, comentó Tiago, reflejando el espíritu de celebración por una vida bien vivida.
José Mateus Correia Silva dejó un vacío inmenso, pero también un ejemplo de pasión y dedicación. Desde sus días de competición en eventos como el Arnold Classic Sudamérica 2017 hasta su trabajo como entrenador, Zé impactó profundamente a quienes lo rodeaban. Sus amigos, familiares y alumnos lo recordarán no solo como un fisicoculturista, sino como un hombre con un corazón gigante.
Ahora, el gimnasio que fue su segunda casa lo recuerda en silencio, mientras el eco de su legado resuena en cada persona que tuvo el privilegio de cruzarse en su camino. Descansa en paz, Zé, el gigante cuya fuerza iba mucho más allá de los músculos.Foto tomada de redes sociales/VANGUARDIA
Un año sombrío para el fisicoculturismo
El 2024 ha sido un año marcado por tragedias que han oscurecido el mundo del fisicoculturismo. Cada pérdida, inesperada y dolorosa, ha dejado una estela de preguntas sobre los límites a los que el cuerpo humano puede ser sometido. Entre historias de esfuerzo, sacrificio y gloria, estas muertes se alzan como recordatorios escalofriantes de que a veces el precio de la excelencia puede ser demasiado alto.
En enero, Argentina se despertó con la noticia del fallecimiento de Andrés Rodríguez Bonazzi, un fisicoculturista de 36 años que colapsó tras asistir a un evento de música electrónica. La causa oficial fue un paro respiratorio, pero las circunstancias en las que ocurrió dejaron más de una ceja levantada.
En mayo, Xisco Serra, un legendario culturista español, dejó al mundo en silencio al fallecer a los 50 años. Su partida, rodeada de misterio por la falta de detalles oficiales, marcó un punto de inflexión en la comunidad del fisicoculturismo europeo.
Brasil, cuna de campeones, ha vivido pérdidas consecutivas que han estremecido el deporte. En junio, Cíntia Goldani, una estrella de 36 años, murió por una embolia pulmonar. Apenas dos meses después, Antonio Leso Brás de Souza, con tan solo 26 años, sufrió un paro cardíaco fulminante en plena competencia. Las cámaras captaron los momentos finales de su esfuerzo, dejando a los espectadores en shock.
En septiembre, la muerte de Matheus Pavlak, un joven brasileño de 19 años, conmocionó a todos. Fue encontrado sin vida en su casa, y aunque las investigaciones apuntan a un paro cardíaco, la juventud de Pavlak hace que la pérdida sea aún más desgarradora.
Illia Golem, conocido como “El Mutante”, era un ícono del fisicoculturismo checo. Su cuerpo, llevado al límite de lo humano, finalmente cedió en septiembre. A los 36 años, Golem dejó tras de sí un legado de asombro, pero también de advertencia. Los rumores sobre el uso de sustancias y las prácticas extremas ensombrecen su memoria.