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“Yo fui un cura feliz, pero hubo un quiebre”: Alberto Linero

Alberto Linero, recordado en todo el país como el padre Linero, colgó la sotana hace 5 años, pero sigue promoviendo, y enseñando, la importancia de ser espiritual. Su nuevo libro ya va por la cuarta edición.

Al padre Linero ya no le gusta que le digan Padre, prefiere que lo llamen Alberto, tal vez para evitar confusiones. Este hombre que antes de 2018 era uno de los sacerdotes más conocidos (y más queridos) en los medios colombianos, decidió “colgar” la sotana, y hoy, con evidentes cambios en su vida, sigue siendo inspiración para muchos a través de sus conferencias, sus talleres, sus opiniones en radio y sus libros.

En su más reciente libro Espiritualidad para humanos, un camino sublime, que acaba de conseguir una cuarta edición gracias al fenómeno en ventas en que se ha convertido, aborda la “espiritualidad” con desparpajo, de una manera en que muchos puedan entenderlo y aplicarlo. En esta entrevista cuenta cuál fue la crisis que lo hizo renunciar al presbiterado.

Muy provocador su libro en estos tiempos de pospandemia y en estos tiempos difíciles de la gente un poco alejada de la espiritualidad, ¿por qué escribió un libro sobre espiritualidad?

“Yo creo que sin espiritualidad uno no es feliz. Yo creo que la espiritualidad es una necesidad humana para ser feliz”.

Pero mucha gente entiende la espiritualidad siempre como un tema religioso, y entonces suena como paradójico que usted haya dejado la religión para hablar ahora de espiritualidad.

“Necesitamos diferenciar la religión de la espiritualidad. Con todo respeto, creo que hay mucha gente religiosa que no es espiritual, y conozco mucha gente espiritual que no tiene prácticas religiosas, porque la espiritualidad es la capacidad de trascender, es la capacidad de otear la vida, de ver la vida en lo completo, y que se da a partir de una conexión con lo más profundo de uno, con la intimidad de uno. La espiritualidad es esa capacidad de descubrir las cosas que tienen un valor aunque no tengan un precio, tienen un peso aunque no sean materiales. La espiritualidad tiene que con lo que hacen los poetas, los músicos, los escritores, con lo que hacen aquellos que tienen unas prácticas religiosas y sin eso uno no puede ser feliz. Si uno se deja arrastrar por la corriente de actividades, de compromisos, de cosas que hay que hacer, de platas que hay que conseguir, de deudas que hay que pagar uno no puede ser feliz”.

¿Y cómo se desarrolla esa espiritualidad en una sociedad que hace que la gente esté cada vez más alejada de lo espiritual?

“En la medida en que uno aprende a conectarse con lo más profundo del ser. Yo no soy la ropa que me pongo ni la casa que tengo ni siquiera lo que hago, yo soy más que eso y cuando soy capaz de descubrirlo, de conectarlo, tengo la posibilidad de vivir con conciencia, de estar aquí en el presente, de tener una buena relación con el tiempo, de ser capaz de descubrir que hay propósitos de la vida que van más allá de las metas puntuales que uno establece. Y se desarrolla en la medida en que uno es capaz de desconectarse, de aprovechar la vida, porque uno tiene que gozarse la vida, la tecnología, la comodidad que hoy tenemos, porque no vamos a repudiarla, no vamos a sentirnos mal por eso”.

No se trata de ser un monje ermitaño, perdido en la montaña para desarrollar la espiritualidad…

“No, no tenemos que ser anacoretas, no tenemos que escondernos, lo que necesitamos es ser capaces de gozar esto que tenemos, disfrutar la cotidianidad, pero tener momentos de desconexión para encontrarnos. Se trata de gozar la vida, el mundo, los amigos, las redes, los espacios en los que uno está, pero también ser capaz de desconectarse y meterse en lo profundo de uno para poder tener la vida en completo”.

De pronto es un poco difícil aprender ese concepto de espiritualidad, ¿cómo uno sabe si uno sí está caminando en ese sentido o no?

“Yo creo que eso tiene que ver con indicadores: ¿Usted tiene paz interior o no? ¿Usted tiene fortaleza para enfrentar las dificultades o no? ¿Usted conecta bien con los demás o no? Ahí van tres indicadores y podríamos establecer más, pero esos tres son muy sencillos y te pueden ayudar a evaluar cómo está tu experiencia espiritual, porque si tú no tienes paz interior, pues no hay una mirada espiritual. Si no conectas bien con los otros, no tienes una mirada espiritual. Si tú no tienes fortaleza ante las dificultades, no eres espiritual. Creo que la señora que hace el rosario, que yo también lo hago, o que va a la celebración de la Eucaristía, que yo también voy, o la señora que hace yoga o la que hace mandalas son espirituales en la medida en que sienten que su vida tiene sentido y que gozan ser lo que son. Si viven insatisfechos, si viven amargados, en conflictos constantes, pues entonces habría que preguntarse si algo está fallando en la práctica espiritual”.

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