A Luis José Poveda, un agricultor charaleño de 75 años, no le gustaba salir de su casa por la pandemia, les tenía pánico a las calles, pero por su salud debía hacerlo. Por eso su caminata rutinaria del martes en la mañana fue fatal.
Intentaba cruzar una calle pero no se percató de una moto que se le aproximaba y terminó arrollado.
Ocurrió a las 8:20 de la mañana a 300 metros de la salida del pueblo hacia el municipio de Encino. Quedó tendido en el piso, malherido.
El Cuerpo de Bomberos lo trasladó al Hospital Luis Carlos Galán, pero allí llegó con un trauma craneoencéfalico severo que obligó a su traslado inmediato al San Juan de Dios de San Gil.
Le realizarían una tomografía pero los traumas que sufrió, le pasaron factura.
Su trágica muerte dejó en el desconsuelo a su esposa, sus 7 hijos y 11 nietos que lo veían como el principal motor de la familia.
Toda su vida se dedicó a la agricultura, vivían en el campo y hace dos años dejaron la finca para radicarse en el pueblo.
“Decía que por cualquier emergencia médica lo mejor era estar más cerca.
“No sufría ninguna enfermedad, solo de la tensión pero son cosas de la edad, era un señor sano pero precavido”.
Comentó Liliana Poveda, hija de la víctima.
Después de toda su existencia labrando las tierras charaleñas, el sedentarismo le pasó cuenta de cobro a Luis José.
Los pies se le inflamaban, le dolían, por lo que un médico le recomendó hacer una breve caminata diaria con los cuidados de esa ‘joda’ que llaman bioseguridad.
Todos los días salía temprano y hacía la misma rutina por el barrio La Siberia.
Caminaba unos 30 minutos y luego regresaba a su casa donde su esposa lo recibía con el “rumbiador”, como se le dice a las onces mañaneras en Charalá.
El martes, el “rumbiador” se quedó servido. Luis José no llegó a casa.