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Carta de una madre normalista a Nickol Valentina

Descansa Nickol Valentina. Mañana no tienes que madrugar a ‘La Normal’. Nosotros lo haremos en tu memoria.

¿Cómo no conmoverse ante tal aterrador crimen? Ni siquiera ser padre de un menor de tu misma edad le sirvió al verdugo para abstenerse de arrebatarte la vida de la forma más brutal.

Narró con total espontaneidad el crimen ante la Fiscalía, se confesó con sus familiares y te quitó el teléfono y la vida para después lanzarlo a una cañada.

El muy cobarde huyó. Se aprovechaba de estudiantes indefensos. El hurto era su pan diario y el sector su lugar predilecto para delinquir.

Los hechos, las pruebas, los testimonios y la petición previa de reforzar la seguridad en la zona sólo reflejan el ‘importaculismo’ de las autoridades, las mismas que sin vergüenza social salieron a decirle a la opinión pública que se “reestructurará la vigilancia en las zonas escolares”. ¿Un poco tarde. Verdad, Nickol?

Sé de primera mano que los policías de vigilancia y judiciales ya tienen plenamente identificados e individualizados en todas las zonas a los ladrones. Los conocen con nombre, apellido y rostros. Antes de que los envíen a la cárcel por delitos mayores, sus prontuarios delictivos son amplios, sus detenciones por ‘hurto de menor cuantía’ son múltiples pero después quedan en libertad debido al deficiente sistema judicial que tenemos en nuestro país y para evitar congestionar cárceles.

Me pregunto… ¿Hay que esperar a que asesinen a alguien de tan atroz manera para que las autoridades actúen y dejen de hacerse los de la vista gorda?

Tu vida, Nickol, no valía un celular, tampoco el sufrimiento que tuviste que soportar agonizando, pálida, arrastrándote por el áspero asfalto de ese túnel que se hizo para acortar camino a casa, más no el de tu vida.

Tampoco lo valía el par de zapatos que serían enviados a tu coetaneo, hijo del homicida. Tu vida no se reducía a atrapar al criminal cuando ya no estuvieras sino a encerrarlo antes para evitar que se “dedicara al hurto de celulares” en las calles y que anduviera suelto con un cuchillo con la intención de herir y matar.

Como lo dijo el juez en la audiencia: “No existe ninguna justificación para haber perpetrado ese atentado por la diferencia abismal e inconcebible que existe entre la insignificancia del valor penal de un teléfono celular, cuando se le compara con el supremo bien jurídico de la vida que además pertenecía a una niña menor de edad”.

“Les ruego que me perdonen, antes de ser juez soy humano y creo que el día que pierda la capacidad de conmoverme presento la renuncia”, añadió el juez con la voz entrecortada, intentando hacer justicia por ti.

Él, muy cobarde, huyó, estaba ansioso, temía a una cárcel. No sé compadeció de ti, Nickol, porque sabía que eras indefensa y tú muy valiente pero a la vez ingenua, según cuentan, no te despojaste del celular rápidamente, desconociendo que al aferrarte al teléfono estabas entregando tu existencia, el más valioso bien que todos tenemos.

Sobraron donantes de sangre para salvar tu vida y después de dinero para tu sepultura, incluso tu familia pidió parar las donaciones. No hubo, como casi siempre, que llamar o sacar la mano para encontrar un taxi libre. Llegaron voluntariamente y no nos cobraron la carrera a tu última morada.

Más de 5 mil personas te despidieron, mientras que a la misma hora tu homicida aceptaba ante un juez y por medio de un dispositivo que sí fue él quien te arrebató la vida.

A donde hayas ido, un lugar aún desconocido para los que seguimos aquí, espero te hayas enterado que tu partida nos duele a muchos e incluso a quienes no tuvimos la oportunidad de conocerte.

No puedo concebir el dolor y la impotencia de tus amigos que en la entrada al túnel se separaron de ti, sin intuir que esa sería la despedida final. Me aterra pensar que, quizá, tus papás pensaron que ya tenías la suficiente edad para ir y regresar sola al colegio, cargar un celular, atravesando a diario un lugar que se supone debería ser seguro para miles de estudiantes como tú y ahora desconsolados no entienden por qué le arrebataron la vida a su inocente hija.

Te dicen la ‘niña’ porque aunque recientemente en una celebración de 15 años se supone que dabas tu paso a mujer, en realidad, aún no lo eras. Te fuiste siendo niña, muy temprano pero eso a él no le importó, tampoco tener un hijo de tu misma edad.

No hubo venta de celular robado, tampoco compró el par de zapatos, ni siquiera pudo escapar como lo planeó. Pero sí, desafortunadamente, arruinó tu futuro. No sé si el de él y el de su familia.

Nos dejó a todos perplejos, indignados, temiendo por nuestras vidas; provocó odio hacia sus coterráneos (que sé que no todos son malos).

Eres una heroína, Nickol, aferrada a la vida, por eso tu familia y las familias normalistas creímos que las oraciones, la sangre donada y el esfuerzo de los médicos te salvarían la vida en la segunda cirugía.

Tu vida permitió ser la voz de millones de colombianos de bien que tememos por la vida nuestra y de nuestros hijos a manos de la delincuencia.

Al finalizar tu funeral, nos informaron que el lunes había clase ‘normal’. Pero ¡qué va! Cada vez que lleguemos al colegio, sabremos que ya no irás a estudiar. Cuando vayamos al parque, crucemos el puente, transitemos la rotonda y esquivemos el túnel reviviremos el dolor de saber que ese indolente asesino pudo haber entrado a Colombia bajo un estado temporal de protección y por ende trabajar legal y formalmente, pero prefirió llegar de forma ilegal y dedicarse a delinquir.

Descansa Nickol Valentina. Mañana no tienes que madrugar a ‘La Normal’. Nosotros lo haremos en tu memoria.

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