Nadie dice nada en el barrio Santa Fe. Los cuatro disparos que recibió Javier Andrés Acevedo Páez, de 22 años, parecían sumir en el mutismo absoluto a los vecinos de aquella cuadra de Floridablanca.
De lo único que no había duda es de la estima que le tienen.
Quienes llegaron y supieron del atentado, se lamentaron porque él “no se metía con nadie”.
Pero no lo mataron. Quedó herido de gravedad y fue trasladado en una moto hasta un centro asistencial de Bucaramanga.
‘Mono gato’, como era conocido, recibió 4 tiros cuando se encontraba en la calle 42A con calle 107, junto a las canchas.
Acaba de llegar. Solo alcanzó a bajarse de su moto de placa PQP-78F, cuando recibió la sarta de disparos.
La máquina quedó ahí estacionada; hasta el casco permaneció colgado en los manubrios. Eran las 10:00 de la mañana cuando los disparos alertaron a los vecinos. En la cuadra se negaron a salir, temían caer alcanzados por una bala perdida.
“Estábamos en la casa cuando se escucharon los tiros. Dio miedo. Quise ver quién era, pero no me dejaron salir. Pudo ser peligroso”, manifestó un residente del sector, quien aseguró que Javier Andrés no era de la zona o por lo menos no lo había visto por allí.
Después de las detonaciones solo se oyó a lo lejos: “¡cójanlo, cójanlo!”.
Quienes se atrevieron a salir por las ventanas vieron la aterradora escena: un hombre corría por las calles sin camisa en busca de ayuda. Sería un amigo de ‘Mono gato’ quien a grito entero clamaba atención para su ‘parcero’.
Él mismo, con apoyo de un motorizado, lo habría llevado agonizando hasta la Clínica Bucaramanga. No daba señales de vida.
El parte médico indicaba que dos balas lo impactaron en el estómago y dos más en el cuello. Tuvieron que intervenirlo quirúrgicamente de inmediato. Fue clave, eso lo salvó. Anoche, decían, se recuperaba de forma satisfactoria.
¿Y quién es Javier?
Javier Andrés se desempeñaba desde hacía mucho tiempo como mototaxista; sin embargo, la máquina que llevaba, al parecer, no era de él.
Vive en el barrio El Reposo, pero tiene más de 10 anotaciones judiciales y un enemigo letal. El sicario habría llegado sigiloso, caminando, quizá lo esperaba o sabía que debía arribar a esa esquina. Sin contemplación alguna disparó, huyó y por fortuna… ‘falló’.