Lo último que recuerda Santiago Arrieta Gómez, de 19 años, después de caer del octavo piso del edificio donde reside “es que me apoyé en el borde de la escalera para intentar alcanzar la ventana de la cocina, me resbalé y caí”. Desde ese 2 de febrero, tras caer al vacío de unos 20 metros de altura y ser auxiliado, el joven estuvo 17 días en coma inducido y despertó. Sufrió múltiples fracturas en el rostro, cadera, piernas y pulmones, pero sobrevivió.
La pregunta que quizás usted se haga es ¿por qué Santiago intentó ingresar a su casa por la ventana de la cocina y no por la puerta? En este punto no es importante y más adelante lo sabrá.
Lo cierto es que pese a que las posibilidades de sobrevivir a esa caída libre eran muy pocas, hoy el joven, quizás gracias a un milagro y las intervenciones médicas, tiene una segunda oportunidad.
El doctor Luis Alberto Salazar, coordinador médico del Instituto de Ortopedia del Hospital Internacional de Colombia (HIC), explicó que Santiago sufrió fractura facial, maxilofacial, pélvica del libro abierto (separación de la región púbica), de cuello femoral (hueso que conecta la pierna con la pelvis), y lo más complejo, un tromboembolismo pulmonar (condición en la cual un coágulo sanguíneo viaja a la circulación pulmonar y la obstruye con un potencial riesgo fatal).
Tras la llegada de Santiago al HIC se le practicaron múltiples exámenes. Con los resultados, un equipo médico conformado por más de 12 especialidades inició con las intervenciones que en total fueron siete e incluyeron: reconstrucciones maxilofaciales, procedimientos reconstructivos múltiples en la región pélvica, reconstrucción femoral, traqueostomía y un procedimiento endovascular para la instalación de un filtro de vena cava por el tromboembolismo pulmonar.
Mientras estuvo en coma inducido le practicaron algunas y las demás, recordó Santiago, fueron cuando ya estaba consciente. Para él sobrevivir a la caída sin duda alguna fue un milagro, “estoy convencido de eso. Yo era una persona incrédula, alejada de la espiritualidad, pero me parece que estar vivo y con el cerebro funcionando bien, realmente no hay una explicación lógica”. Además, anotó el joven, el milagro no se hubiera podido completar sin la “excelente atención médica que recibí. En el HIC me hicieron sentir muy cómodo, no era un enfermo sino una persona. Bromeábamos, hacíamos chistes, fue un ambiente muy ameno en medio de la situación”.
Las intervenciones que le practicaron tenían intervalos de tiempo de mínimo ocho días, pues cada uno de los procedimientos duraba hasta seis horas.
“Estos tiempos se dan porque se debe reponer la pérdida sanguínea presentada en cada una de las intervenciones quirúrgicas y teníamos todos nuestros esfuerzos puestos en devolverle toda su anatomía y movilidad al paciente”, indicó el doctor Salazar.
Durante su estancia en el hospital Santiago estuvo acompañado por su madre y su padre, éste último la mayoría del tiempo. Él, reconoció el joven, se convirtió en su cuidador y lo animaba a continuar. “Esto me permitió afianzar la relación con mi papá, pero en general empecé a valorar a mi familia más que antes”, confesó.
Además, mientras estuvo en el hospital y fue testigo del trato que recibió por parte del cuerpo médico, Santiago también afianzó su relación con la carrera que decidió estudiar y la que espera retomar en el segundo semestre de este año. “A mí me gustaba la medicina por la parte de la ciencia, lo quirúrgico, que es más allá de lo humano, de lo que es salvar una vida. Pero estar de paciente y ver cómo me trataban, me hizo ver las cosas desde un enfoque más humano y que no quiero ser un médico para curar cuerpos, sino que voy a salvar vidas”, relató.
En cuanto a la caída pasó porque el joven salió al supermercado y al regresar se percató de que no había sacado las llaves del apartamento. “Mi único afán en ese momento era entrar a la casa. No llamé a nadie, sólo pensé en entrar y vi que la ventana de la cocina estaba cerca a la escaleras y pensé que podía entrar por ahí”, comentó.
Ese afán, como dijo Santiago, por poco le cuesta la vida, pero además, le causó mucho dolor a él y a su familia. “Los jóvenes vivimos como con afán, queremos todo rápido, de inmediato, pero aprendí que la paciencia es una virtud de sabios. Si hubiese tenido paciencia y hubiese actuado con más calma, me habría ahorrado mucho dolor, dinero, tiempo y estrés para mí y mi familia”. Esa, agregó el joven, es una enseñanza que le dejó este episodio, al que se le suma la conciencia de que lo más importante que se tiene es la vida.
Admiración y sueños
Estar en el hospital durante su proceso de recuperación no sólo despertó el amor que Santiago Arrieta Gómez tiene por la medicina, sino también una profunda admiración por el personal médico que aportó para salvarle la vida. “Siento admiración por los médicos y las demás personas que me atendieron, el trabajo fue muy bien hecho, profesional y la verdad estoy muy agradecido”, dijo el joven.
Tras salir del hospital, el pasado 2 de abril, Santiago adelanta su recuperación en casa con la compañía de sus seres queridos. Realiza terapias a diario para recuperar la movilidad y, aunque actualmente se moviliza en silla de ruedas y en ocasiones usa caminador, ya está dando buenos pasos para estar recuperado al 100 %. El regreso a casa fue tranquilo y, aunque pensó en que quizás le tendría miedo a las alturas, no ha sido así.
En cuanto a su sueño luego de la difícil situación que vivió y que hoy está superando, Santiago expresó que quiere ser un profesional de la medicina pronto para que su abuela lo vea y servirle a su familia.