A las 11:00 de la mañana gritos de horror sacudieron en el populoso y concurrido Parque Antonia Santos, en el centro de Bucaramanga
Sobre la carrera 21 con calle 33, al lado de la Arquidiócesis, un hombre quedó volcado en la mitad de la vía, enredado entre los famélicos tubos de su silla de ruedas. Una volqueta de placas XKA-357 le pasó encima.
Por instantes pareció que todo quedó suspendido. Los habitantes de calle que merodean por el parque, corrieron desesperados a ver de quién se trataba. “¡Ñero quién era, ¿“Paisa” o “Hormiga?”.
No había forma de saberlo aún. Aquel hombre que zigzagueaba por entre los vehículos, rebuscándose la existencia, tuvo un final espantoso.
El conductor de la ‘mole’ sintió los alaridos terroríficos de quienes veía desde lo alto de la cabina. Le indicaban que había ocurrido con su armatoste. Atribulado, sabiendo de los ángulos ‘ciegos’ de su habitáculo de conducción, se bajó. De inmediato varios jóvenes se le abalanzaron, llenos de furia a reclamarle por “matarlo”.
Le decían que eran familiares, pero luego intentaron atracarlo. El chofer forcejeó, uno de los ‘ñeros’ sacó un cuchillo y le dio un ‘puntazo’ en el brazo derecho. Luego corrieron vociferando a mitad de cuadra: “¡agradezca que no lo matamos!”. Solo querían lucrarse con la tragedia.
En ese momento llegaron las autoridades para acordonar el área y cubrir el cadáver con una manta. Entre el tumulto rumoraban: “Una camioneta lo hizo caer y siguió…. “Es que aquí se hacen tres tipos en sillas de ruedas; “Hormiga” y “El Paisa”, ellos dos meten vicio pero hay otro que no”. Los habitantes de calle seguían sin confirmar cuál de los ‘parceros’ yacía allí, con el rostro deforme, exánime.
“Yo lo conocía”
Al otro lado de la calle, lejos del ‘alboroto’, un joven que permanecía solo, sentado en el andén, con la mirada fija en el cuerpo decía: “lo conocía, era mi vecino”.
Era Orlando Ramón Aldana Castellanos, de 40 años. Vivía a dos cuadras, en el Hotel Amparo de la calle 31 con 20. Solía ubicarse allí para vender dulces aprovechando el pestañeo de los semáforos. Cuando no tenía mercancía les pedía algunas ‘moneditas’ a los conductores o transeúntes.
contó aquel joven.
Llevaba tiempo sin asomarse por el parque. “Hasta hace tres días volvió, la mamá se fue y él salió a rebuscarse el diario. Yo lo invitaba a almorzar muchas veces. Le di dulces pa’ que vendiera. Era juicioso, no metía vicio, era sano.
¿Cómo ocurrió el accidente?
Impávido, Sergio Betancourt, el conductor de la volqueta, era atendido por una enfermera que le limpiaba las heridas. “…Esquivé al señor; me detuve en el semáforo porque se puso en rojo. Luego arranqué y sentí que me llevé algo, no lo vi…”.
Muchos testigos aseguraban que una camioneta gris había golpeado a Orlando y que arrancó como si nada. Las dudas se aclararon cuando los agentes de tránsito accedieron a un video de las cámaras de seguridad que registraron el suceso. Orlando estaba en la ciclorruta pidiendo dinero a los conductores. La volqueta pasó por su lado y se detuvo cuando el semáforo marcó rojo.
Orlando se movió en su silla en medio de los carros. La cámara solo logra captar hasta ahí. Pero al parecer, cuando la camioneta arrancó se cayó de su silla y ocurrió la tragedia.
La muerte asechó a Orlado
Orlando Aldana, la víctima, prestó el servicio militar en 1998, tenía sueños que se vieron truncados cuando sufrió un accidente de tránsito. Una motocicleta lo atropelló y aunque sobrevivió, sus piernas no volvieron a funcionar. Debía usar silla de ruedas.
Desde entonces no fue el mismo. Se alejó de su familia, no volvió a hablar con sus cuatro hermanos. Solo tenía relación con su mamá, ella trabaja en un restaurante y veía de él, lo cuidaba de vez en cuando. Después de tanto años, la ‘muerte’ finalmente volvió por Orlando.