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Santandereano, Miguel Silva, representó a Colombia en la Maratón de Sables

Al final, con los pies ampollados y cuatro kilos menos, terminó con éxito su participación en esta dura competencia.

El 4 de abril de este año más de 800 personas de diferentes países del mundo terminaron el reto de correr los 250 kilómetros de la Maratón de Sables. En la carrera, una de las más duras del mundo para los ultramaratonistas, había un colombiano nacido en San Gil.

Corriendo lleva apenas cuatro años. Miguel Silva empezó a hacer recorridos caminando en 2018 por cuenta de una depresión y un trastorno de bipolaridad que lo atormentó durante varios años y que ya superó al punto de dejar la medicación.

No es un deportista de élite, es más, nunca fue deportista, aunque tiene la mentalidad de un campeón. A sus casi 40 años se define como un ser humano organizado, estructurado y disciplinado, cualidades que replica en cada proyecto de su vida. Lo hizo durante la pandemia con su Fundación El Elefante, con la que lleva ayudas a los más necesitados, y lo replicó en sus largas jornadas de entrenamiento.

Tras superar un accidente en bicicleta sufrido en julio del año pasado mientras empezaba su preparación y que lo dejó en una clínica de Bucaramanga con un pulmón perforado y un riñón afectado de forma severa, este ingeniero civil de la Universidad Industrial de Santander, UIS, retomó su preparación en agosto con jornadas diarias de dos horas aproximadamente que iniciaban a las 4:00 de la mañana para poder cumplir con sus obligaciones laborales y que los fines de semana se extendían durante 6 horas o 7 horas. Eran los días de hacer fondo.

Esos días son los que más recordó en la quinta jornada de la maratón. Corrió durante casi 20 horas para completar los 86 kilómetros planteados. Entre la 1:00 de la mañana y las 5:00 de la mañana tuvo los momentos más duros, recorriendo unas dunas totalmente solo, con los pies repletos de ampollas, aguantando frío porque la temperatura era de unos tres grados y no llevaba la suficiente ropa para soportar las heladas del desierto, el estómago casi vacío y luchando contra los demonios que en medio de esa situación empezaron a apoderarse de su mente.

No niega que pensó en abandonar, pero recordó lo que había vivido en su depresión, ese sufrimiento eterno que parecía no acabarse y ahora se trataba de un agotamiento físico que sabía iba a pasar con un poco de comida y de descanso. A las 5:00 de la mañana cruzó la meta del día, lloró por la emoción, durmió dos horas, desayunó, descansó y se preparó para la última etapa, 45 kilómetros con los pies totalmente vendados y hambre porque la comida ya escaseaba.

La imagen de las dunas lo acompañan aún en sus sueños, los pies están sanando y en su corazón guarda los mensajes de aliento que por redes sociales le enviaban sus familiares, amigos cercanos y su novia, los que también lo hacían llorar, porque los sentimientos estaban al límite. Las lágrimas eran de alegría.

La filosofía estoica le ayudó a entender que el dolor pasaría y la gloria era para siempre; también que la vida, la felicidad o la tristeza no son eternas.

Silva sabe que es un guerrero, un ‘man’ de esos que van por la vida logrando lo que se proponen, que sin pensarlo llevaron la bandera del país en una competencia internacional, que gracias al aprendizaje de la depresión y la bipolaridad aprendió a gestionar sus emociones y estados de ánimo, que disfruta llevar su cuerpo al límite y ahora busca nuevos retos, porque la edición 36 de la Maratón de Sables ya pasó y fue tan dura y dolorosa que espera volver.

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