«Estábamos sentados afuera de un lugar público y de pronto y sin hablar vino un sujeto y nos disparó a corta distancia. No dejó de disparar hasta que su arma se quedó sin tiros», contó Rebecca Linda Marlene Sprößer en su cuenta de Facebook, donde especificó que los hechos se produjeron el jueves por la noche.
Su amigo se interpuso y recibió 13 impactos de bala, tres de ellos en la cabeza y se encuentra «entre la vida y la muerte», según contó esta joven alemana de 34 años.
Sprößer llegó a la llamada «Sucursal de la salsa» en marzo, después de querer pasar una temporada bailando salsa y disfrutando en la tercera ciudad más importante del país, que se convirtió en epicentro de las protestas que sacudieron Colombia a finales de abril.
Entonces, según relató a varios medios locales, decidió quedarse en la ciudad para apoyar las protestas, haciendo de vocera de los jóvenes de «primera línea», llamados así por estar al frente de las protestas e interponerse entre la fuerza pública y los manifestantes con cascos y escudos caseros, de varios de los barrios más calientes de la ciudad.
Cali, una de las ciudades más impactadas por la violencia, el desempleo juvenil y los efectos económicos de la covid-19, fue donde más homicidios se registraron durante las protestas, que dejaron en todo el país 79 muertes según organizaciones sociales que atribuyen 44 al accionar de la fuerza pública, mientras que la Fiscalía solo documentó una veintena.
La alemana se dedicó a documentar y publicar en sus redes sociales agresiones de la Policía y el Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) a los manifestantes, incluyendo un video donde se enfrenta directamente a varios agentes cuestionando su actitud contra las protestas.
Hace unos días, en otra publicación en su Facebook, denunció que había recibido una llamada donde la amenazaban por «dar demasiada papaya y por causar daño a la imagen del gobierno colombiano a nivel internacional», y diciendo que iban a «buscar la forma de hacerme cobrar ese daño a la manera que sea».
«Que me van a llevar y matar y que les vale mierda lo que diga la embajada de Alemania», escribía la joven, que añadía: «que van a justificar mi muerte como falso positivo como colaboradora de la guerrilla».