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Laura Sarabia, perfil de la poderosa mujer que le habla al oído al presidente Petro

Sarabia, de 29 años, es vocera del Presidente en asuntos delicados y la llave de acceso a su despacho. Además, es la segunda mujer más poderosa de la Casa de Nariño y la que dirige el gabinete que Petro revolcó esta semana.

“La que manda es Laura”. Eso responde el presidente Gustavo Petro cuando en un congreso o en una visita a un municipio se acercan a pedirle una cita sin importar cuál sea su fin. Es una respuesta que, a veces, tiene que repetir en una misma jornada y que revela quién es su escudera en la Casa de Nariño. Siempre está con él.

Ella es Laura Sarabia. Tiene 29 años y el cargo de jefe de despacho de la Presidencia de la República, el más importante en la oficina presidencial, es la tercera experiencia laboral en su hoja de vida, pero la más contundente de una carrera que comenzó hace siete años en las filas del partido de ‘la U’ como asesora.

Sarabia es quien todo lo sabe en Palacio, y nada lo cuenta. Esa profunda discreción le hizo ganarse la confianza del exsenador y ahora embajador en Venezuela, Armando Benedetti, cuando llegó a trabajar en su UTL en el Congreso y terminó llevándola a ser la mano derecha del primer presidente de izquierda.

Tras el remezón en el gabinete del presidente Gustavo Petro, vale la pena recordar quién es esa mujer que está detrás de su agenda y sus decisiones que, además, resistió en su cargo cuando 7 de los 19 ministros tuvieron que partir por decisión del jefe de Estado.

Cuando Sarabia llama…

A Roberto Vélez Vallejo, el Gobierno le pidió apartarse de la gerencia de la Federación Nacional de Cafeteros, que representa al gremio cultivador del grano en Colombia. La solicitud de su renuncia se conoció esta semana y quien llamó al dirigente para notificarle que el Ejecutivo quería cambiar el perfil directivo de la agremiación fue la jefe de despacho.

Una llamada suya también confirma si el presidente va o no a un Congreso –de las decenas de eventos a los que le invitan–, porque la presencia de Petro en un sitio mueve la asistencia y ella es, precisamente, quien administra ese caudal de un personaje que convoca a sus seguidores para llenar recintos.

La jefe de despacho lleva poco más de cuatro meses como una de las mujeres más poderosas de la política colombiana –junto a la vicepresidenta Francia Márquez y la primera dama Verónica Alcocer– y es de la entera confianza de Petro.

Tan cercana es que, según contó La Silla Vacía, ella le consultó al Presidente qué nombre ponerle a su bebé recién nacido. La familia Sarabia-Parra (el apellido de su esposo Andrés) no se decidía entre las opciones de Federico y Alejandro y fue el mandatario quien terminó desempatando la decisión a favor del segundo.

La jornada de Laura Sarabia comienza antes de que inicie el día del presidente Petro, para tener su agenda lista e informarle de las novedades del país, y termina minutos después de que el mandatario toma un descanso.

Es una equilibrista de la familia y la política, de los hijos y el trabajo, y a quien el mandatario eligió para tener siempre a su lado por encima de las cuotas políticas. Incluso está tan metida en el grupo de gobernanza de Petro, que ella misma se encargó de llamar a los que iban a ser parte del gabinete como la ministra de Minas, la de Trabajo y la de Salud.

Su recorrido hasta la izquierda

Sarabia acababa de graduarse del programa de Ciencias Políticas en la Universidad Militar Nueva Granada y estaba colaborando con ‘la U’, la colectividad en la que militaba Benedetti. Al exsenador le recomendaron contratar a Laura y él aceptó. En su oficina del Congreso ella lo coordinaba todo: gestionaba las reuniones, le programaba los viajes y le asesoraba con los pronunciamientos. Y le guarbada sus secretos.

Nacida en una familia de militares, terminó cercana a la Colombia Humana de Petro por el camaleónico salto de su exjefe. Cuando Benedetti fue expulsado de ‘la U’, el movimiento progresista le dio su aval –como también a Roy Barreras– y así empezó a tejerse la proximidad con Petro y, por tanto, la de Sarabia con el entonces senador.

Lo demás se fue dando sobre la marcha. En 2021, el excongresista puso a disposición de Petro a todo su equipo para empezar la campaña para las elecciones 2022 y ahí entró ella. En el papel, seguía adscrita a la UTL del exsenador; en la práctica, era la alfil de Petro que hacía que su agenda funcionara y que su privacidad no saltara a lo público. Hoy pasa igual.

Decidía qué municipios visitar, con quién se reunía el otrora candidato en las regiones y hasta sobre qué temas se pronunciaba. Ya para mediados de marzo, cuando fue la consulta interpartidista del Pacto Histórico, estaba en el círculo de confianza del mandatario.

Era una profesional con agenda completa y una mujer con un compromiso de vida. Estaba embarazada de Alejandro, su primer hijo que ahora tiene cinco meses, y lo que no le impidió participar en las correrías de Petro por el país desde el día cero de su aspiración hasta dos semanas antes de las segunda vuelta –del 19 de junio– cuando se apartó de la agenda pública por los dolores en su cuerpo que le comunicaban que estaba a punto de dar a luz. No viajaba, pero coordinaba desde la cama esa recta final que puso a Petro en la Presidencia en una disputa sin debate con el ingeniero Rodolfo Hernández.

En el empalme estuvo cerca del mandatario, barajó las hojas de vida para conseguir los perfiles de los ministros, también atendió las llamadas de los políticos que querían poner a sus cuotas en Palacio y el mandatario le encomendó su primera orden presidencial: llevar la espada de Bolívar hasta su ceremonia de investidura.

Ese 7 de agosto, el arsenal del libertador estaba custodiado porque el exmandatario Iván Duque había dado la orden de que el arma no podía moverse del lugar de resguardo. Pasadas las 4 de la tarde de ese soleado domingo bogotano, ya cuando Petro tenía la banda presidencial en sus hombros, dio su primera instrucción y, de paso, su primera contradicción a su antecesor: “Traigan la espada de Bolívar”.

Los custodios de la espada, que estaba guardada en una urna de cristal, no escucharon las palabras del Ejecutivo y fue la misma Sarabia quien salió desde la tarima erigida en las escalas del Congreso a buscar la espada y ejecutar, literalmente, el primer deseo de Gustavo Petro como presidente de Colombia.

La jefe del Palacio

Sarabia fue quien le dio nombre a su cargo. En la administración anterior este tenía el tecnicismo de “secretaria privada”, un asiento que tenía María Paula Correa, pero con la reorganización de los cargos en Palacio para reacomodar el organigrama interno, Petro aceptó ponerle el rótulo de “jefe”.

Y ahora él gobierna en la soledad de su despacho, que se comunica con la oficina de Sarabia por un corredor desde el que ella es la única funcionaria de Palacio que tiene línea directa con el Jefe de Estado. Cuando un ministro, congresista o vocero de algún partido necesita comunicarse, envía su mensaje a través de Sarabia. Hasta los consejeros canalizan las comunicaciones con la jefa.

“Laura asume todo”, le dijo una fuente a El Colombiano. Tiene a su cargo la ejecución de la agenda, hace las llamadas, organiza las reuniones, verifica el minuto a minuto del día y hasta acosa al Presidente cuando el organigrama de la jornada comienza a retrasarse por cuestiones de su día a día: alarga sus discursos y el tiempo que debía estar en un evento se extiende. Si hay una coyuntura que requiere reacomodar el cronograma, ella es quien le comunica al mandatario que hay un nuevo asunto que atender y, de paso, gestiona la logística para que el presidente llegue a su nuevo destino.

Sucedió en septiembre cuando los enfrentamientos entre policías e indígenas dejaron a personas de ambos grupos heridos, en Bogotá, y se repitió esta semana cuando Petro aterrizó en Cauca tras la emboscada de las disidencias de las Farc al Ejército que dejó seis soldados muertos.

El presidente la escucha. Gustavo Petro es un político que toma decisiones por su cuenta, es él quien decide cuándo consultar sobre un asunto de Estado al equipo de ministros y de asesores y Sarabia suele ser quien tiene la primera palabra cuando el mandatario necesita un consejo. En todo caso: también es él quien decide a quién escuchar.

Por eso la figura de Sarabia despierta recelo en los políticos que se acercan al Palacio buscando mermelada. La encargada del despacho no es de familia o de clanes políticos, su apellido no representa votos y su crecimiento en el medio no se edificó desde la militancia, como sí sucede con el de otros cargos de la Casa de Nariño (el director del Dapre, Mauricio Lizcano, o el consejero de las Regiones, Luis Fernando Velasco, por mencionar algunos).

Su única estampa política ha sido trabajar con Benedetti, un político tradicional que ya estrecha las manos con Nicolás Maduro, el cacique del régimen venezolano, quien fue pieza clave en la composición del “Gobierno del cambio”.

¿Por qué tanta confianza de Petro en ella? Una fuente aseguró que se volvió “indispensable” gracias a su habilidad para acercarse a otros sectores políticos y su capacidad para manejar la agenda del hombre más ocupado del país.

“Es una mujer con claros intereses políticos, siempre ha trabajado con la derecha desde que estuvo en el partido de ‘la U’ y es un relacionamiento clave para el Gobierno con esos sectores específicos”, indicó.

Si se quiere, Laura es una técnica en Palacio. Es especialista en Martketing Político, programa que culminó en 2019, y tiene una maestría en Comunicación Política que terminó en 2020, ambos títulos de la Universidad Externado. La misma institución de la que egresó el presidente.

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