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Rodrigo Lozada cultiva sus sueños en San Vicente de Chucurí

Rodrigo Lozada Pérez hoy, como todos los días desde hace cinco años, amanecer en su finca con el deseo de seguir adelante por él, su familia, su cacao y “El Rubí”, para él, lo más hermoso de la región.

Con la humildad del campesino, ese que labra la tierra al salir el sol y extiende su cosecha a diario, así es Rodrigo Lozada Pérez, un hombre de 67 años, a quién la violencia le arrebató a sus hermanos y la tierra en la que vivía junto con su familia.

Hoy volver al campo le trae recuerdos imborrables, pero gracias al empuje y dejar atrás su pasado, ha vuelto a su añorado lugar donde siembra cacao y alimenta su espíritu de mucha paz y le da tranquilidad a su vida.

Se sitúa en Punte Muricial, vereda La Granada de San Vicente de Chucurí, Santander. Desde allí hace cinco años recibió una noticia que lo llenó de mucha esperanza.

El buen hijo vuelve a casa

Gracias a la Unidad de Restitución de tierras, la justicia falló a favor de los hermanos Lozada Pérez, en mayo de 2016, ordenando la compensación por equivalencia económica a favor de Rodrigo y sus hermanos; les recordó que el sueño de estar nuevamente en el campo se estaba haciendo realidad.

Allí compraron “El Rubí”, un predio con todas las características que él y su familia necesitaban para implementar su proyecto productivo de cacao.  Decidió meterse de lleno en este cultivo y crecer con él.  

En la actualidad Rodrigo vive de nuevo del y para el campo.

“La Tierra y las mujeres son lo más bello que hay y aquí estoy de nuevo como quería papá, porque esto fue lo que nos enseñó a hacer”.

Las épocas difíciles de horror y miedo para la familia Lozada se presentaron cuando los grupos subversivos hicieron que la población fuera objeto de extorsiones, asesinatos, abigeato y secuestros, obligando a que los campesinos vendieran los predios a bajo costo y consiguieran, con ese dinero, para pagar las vacunas exigidas, evitar retenciones ilegales, costear el rescate de las personas retenidas ilegalmente o prevenir el reclutamiento forzado de los más jóvenes.

Este fue el caso de la familia Lozada Pérez. Conformada por los padres y siete hermanos, trataban de vivir de la agricultura y el ganado, con la mala suerte de que su predio estaba ubicado en pleno epicentro de esta guerra, así que fueron sometidos por los diferentes grupos armados a pagar vacunas y vivir con un miedo permanente de perder la vida o alguno de sus seres queridos.

Durante años tuvieron que desplazarse para salvar sus vidas, llegar a ciudades desconocidas y padecer las dificultades de no encontrar trabajo pues lo que mejor sabían hacer era trabajar la tierra; pasaron muchas necesidades y sobrevivían el día haciendo lo que fuera para poder comer y seguir soñando con algún día regresar al campo.

De nuevas oportunidades

Hoy es feliz de trabajar con su gente y poder estar al lado de su familia.

“Fue una compensación de la finca de mi padre y de allí salió el proyecto del cacao. Lo vendemos a buen precios, a nuestra gente de la zona. A veces sube o baja, pero tratamos de vender $7 mil el kilo. Esta tierra es fértil y muy agradecida”, comenta este hombre de mirada humilde y con la esperanza de seguir conservando su más preciado tesoro, “El Ruby”.

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