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El profe ‘pájaro’ tiene su escuelita en plena calle del barrio Granjas de Provenza

En Bucaramanga, lleva 10 años haciendo esta labor. Comenzó en el Café Madrid aportando sus conocimientos y ahora su enseñanza la da en Granjas de Provenza.

Tener su propia ‘escuela’ y aportar al desarrollo escolar de niños y jóvenes es su mayor recompensa. Haber vivido en carne propia y saber que las dificultades de la educación primaria se localizan en muchos rincones de las calles, lo han hecho desarrollar su propia teoría.

Él es Nelson Pájaro Mercado, un hombre de esos soñadores, con pocas herramientas de trabajo, pero que tiene claro su filosofía: una ‘mirada sin fronteras’.

La idea de educar comenzó gracias a su propia historia. Nació en Barranquilla en una humilde vivienda, es hijo de padres campesinos y con mucho esfuerzo logró culminar sus estudios de bachillerato.

“Tengo 60 años y siempre lo he dicho, estoy luchando por la educación de los rezagados. La pasión por la enseñanza me nació hace 30 años, lo que llevo en este proyecto”.

“Mis padres no tuvieron para darme una educación, pero estudié hasta donde pude; me di la lucha para terminar, caminaba dos kilómetros diarios para ir al colegio y lo logré, terminé y me gradué en el colegio Inem de Barranquilla”, sostiene Nelson, un ‘profesor’ dedicado a ayudar al prójimo en los barrios vulnerables.

Relata que conoció el mundo de la calle, pues al no tener cómo seguir estudiando quedó con las manos atadas y se involucró en ese suceso.

“Creo que allí comenzó todo. Les enseñé a muchos de los habitantes de calle a leer y escribir y de ahí nació esta propuesta: mi pasión por la educación”.

El proyecto denominado Miradas Sin Fronteras inició en Bogotá, según cuenta, la idea es generar mucha expectativa por la educación de los niños, y ya más adelante, cuando tengan bases sólidas, que sean aceptados en un colegio formal y no queden tan rezagados en sus estudios.

“Yo soy víctima de la violencia y he trabajado con niños en la educación. Estuve en Soacha, Cundinamarca, pero allí fui amenazado, tuve que irme. Allá tenía un colegio con población desplazada víctima de la violencia y terminé yo también siendo víctima del conflicto armado, por eso me vine para Bucaramanga”, dice Nelson.

Aquí lleva 10 años haciendo esta labor. Comenzó en el Café Madrid aportando sus conocimientos y ahora su enseñanza la da en Granjas de Provenza.

“Se trata de darle la oportunidad a una gran cantidad de chicos para que estudien, muchos de ellos quedan por fuera del sistema escolar público”.

“El año pasado había 20 niños que no les daban cupo en esta zona y los comencé a preparar. Pero no solamente es meterlos a un colegio, el sostenimiento también les cuesta a las familias”.

“Hay que luchar por la educación de ellos, varios estaban en las calles todos los días, entonces yo los invité a pasar un par de horas estudiando y les gustó y aquí van en el proceso”, dice Nelson quien adoptó en la calle un tablero y con tiza en mano les brinda educación a sus alumnos.

Con niños y jóvenes

Su trabajo se enfoca en enseñarles proyectos audiovisuales, fotografía, a poder editar videos y que estimulen lo que ellos quieren ser en la vida.

También reciben clases de respeto y de refuerzo en la parte académica. Lo que no logren desarrollar en su escuela o colegios, Nelson les ayuda con talleres para mejorar en todas las materias. Además, escritura, matemática y enfocarlos en la parte artística.

“Es la forma con que he querido contribuir para darle un estudio a ellos. Comenzamos un nuevo año y hoy tenemos 20 niños y jóvenes donde reciben educación en la calle”.

“Aquí se lucha con el clima, lluvia o sol, y el ruido que se pueda generar. La idea es buscar un espacio donde no molestemos a nadie y tratar de que ellos reciban sus clases. Hemos hecho exposiciones y la idea, a corto plazo, es hacer un film minuto y porqué no, un cortometraje, contando sus propias historias”, señala este hombre que ajustó un salón improvisado de clases, con un tablero en una pared de una vivienda.

Amor por lo que hace

Nelson ha recibido ayuda por parte de la Organización Internacional para las Migraciones, OIM, pero como dice él: “esto no es por plata, es un compromiso ante una sociedad, es un sueño”.

“Busco que estos niños no sean condenados por la sociedad. Yo les digo, ustedes pueden llenarse de requisitos y conocimientos, escalar y demostrar lo que uno tiene y además cambiar de actitud con la misma gente, porque en los barrios vulnerables siempre estamos condenados a que nos matamos y nos odiamos”, concluye.

Miradas Sin Fronteras espera seguir escalando, dejando huella y formar a los niños y jóvenes del futuro. Es una escuela abierta a todos.

“Si alguien es artista y quiere venir a compartir con ellos, bienvenido. El que quiera venir a ayudar, aquí lo espero, todo con tal de sumar; será de buen aprendizaje para ellos y así se sientan protegidos, queridos y que el mundo no los rechaza”.

Su proyecto formativo y el apoyo de las organizaciones

El proyecto Ciudades incluyentes, Comunidades Solidarias, liderado por la Unión Europea e implementado por una alianza estratégica entre el Alto Comisionado de las Naciones Unidades para los refugiados, la Organización Internacional de las Migraciones y el programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos, busca reducir las vulnerabilidades de los refugiados y los migrantes venezolanos e incrementar la resiliencia de las comunidades de acogida en 10 ciudades de seis países de América Latina y el Caribe.

El proyecto promueve un enfoque urbano – territorial, innovador, que aborda dichas vulnerabilidades existentes de forma integral y sin exclusiones, para la construcción de comunidades diversas y solidarias, así como de las ciudades más prósperas incluyentes, bajo los principios del derecho a la ciudad como bien común.

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