La vida estuvo llena de historias para el molagavitense José Vicente Soto Carvajal, quien cruzó ‘al otro lado del charco’ cuando aún era un adolescente para combatir en la Guerra de Corea, entre 1950 y 1953.
En ese entonces tenía apenas 16 años y con valentía prestó sus fuerzas en aquel conflicto.
Luego regresó a Santander y formó un hogar con siete hijas y un hijo – que se le adelantó en su ‘partida al cielo’ – y su amada Adelina Acosta de Soto, quienes este lunes en la tarde lo vieron fallecer en casa.
“Él estaba viviendo en una finca de la vereda Primavera en Cáchira (Norte de Santander), pero hace cuatro meses me lo traje para el apartamento a Bucaramanga, en el barrio Antonia Santos (Centro)”, contó Gladys, una de sus muchachas.
“Por la edad se fue complicando hasta que murió atendido por sus siete ‘mujeres’. Finalmente descansó, ya no sufrirá más porque duele verlo así, los dos últimos días no quería ni comer”.
Pero esa es una imagen totalmente contraria a la que recordarán siempre de José Vicente, lleno de alegría, historias y de mundo.
“Ser su hija fue hermoso. Era una persona que tenía muchas cosas por enseñar, de sus viajes, de su lucha, la experiencia que cogió. Solucionaba cualquier problema y no le tenía miedo a nada”, recordó Gladys.
Como veterano de guerra, Soto Carvajal hizo parte de distintos desfiles y presentaciones que honraban el riesgo que corrió en aquel entonces.
Sin embargo, ayer en la tarde la caravana, las oraciones y los rituales se centraron más en la memoria del hombre, el padre, el abuelo y el amigo que fue en vida, mientras se llevaba a cabo su sepelio en los Jardines La Colina.