Son odiosas, altaneras, orgullosas y desconfiadas. No dejan ver su estilizada figura con facilidad y ante cualquier movimiento prefieren dar la vuelta ‘rapidito’. A pesar del misterio, también pueden ser adorables, cariñosas y agradecidas, como si coquetearan con el movimiento de su cabeza en una especie de danza, a las personas que intentan apreciarlas.
Están junto al río de Oro. Quién sabe si allá arriba, donde casi nadie las ve, toman café a la hora del té o simplemente se echan su ‘lochita’ y se detienen a observar qué pueden comer en ese momento.
Las iguanas se están convirtiendo en un ícono natural de Girón y la misma gente se encarga de que vivan como se lo merecen. El domingo ha de ser su día favorito. Desde que abren por la mañana las fritanguerías del Malecón del casco antiguo, estos reptiles están pendientes de los brazos que se asoman a dejarles su bocado. Cuando ven y huelen la señal llegan en manada, como un ejército con sus uniformes verde militar de pintas oscuras. Se paran sobre las tablas que los propietarios de los negocios aledaños les pusieron allí como comedor y no dudan disfrutar de su banquete.
“Antes no había tantas por aquí, pero ya hace como cuatro años talaron unos árboles por estos lados y fueron llegando. Se acostumbraron a lo que la gente les echaba. Comen hasta carne porque los que vienen a las ‘fritanguerías’ les dejan ahí”, señaló Freddy Rueda, uno de los trabajadores de estos tradicionales negocios de comida.
Maduro por aquí, papa criolla por allá, pan por un lado, carne por el otro. Tie nen de dónde escoger y hasta se dan el lujo de dejarles ‘sobros’ a las aves de carroña que también merodean por el sector.
El centro de atracción
Pero ellas son la atracción principal. Tanto así, que fueron inspiración para los pincelazos de un artista que las retrató en un mural que está en esta misma zona. En él se para otro grupo más grande y su visita es tan constante, que muchos se han encariñado con ellas.
Tal es el caso de Ramiro Viviescas, un vecino de 65 años que sagradamente, todos los días, sale con un plato de comida para ellas. “Empecé a darles de comer porque las veía ahí y me dio por darles maduro, cáscaras de mango, desperdicios de los pollos, lechuga y ‘fruticas’. “Todo eso mi hijo me lo trae de Centroabastos porque le encargo.Yo les pico y les llevo”, contó.
Ya lleva cuatro años con esta rutina. Sale dos veces al día, a veces en compañía de sus nietos. Lo más curioso es que cuando se acerca al muro, las llama como si fueran cachorros. “Vengan mis niñas, vengan a comer. Aquí está servido”, les dice. Y ellas llegan. Se devoran en cuestión de segundos lo que está servido e incluso hasta entre ellas se pelean por el pedazo más grande.
La sensación de los turistas
Girón recibe cada fin de semana a cientos de turistas que no dudan en pasar por esta zona a degustar la comida típica. Pero la sorpresa no solo se la llevan cuando la prueban, sino también cuando ven llegar a estos animales escamosos que se asoman por una ventana, como haciendo ‘coquitos’, buscando quién les deje algo para llenar su ‘tripa’.
Los visitantes se emocionan, no solo les llevan su ‘bocadito’, sino que aprovechan para tomarse fotos, hacer vídeos y tener un recuerdo de un episodio que no se ve muy a menudo por las calles.
Cuando quieran ‘dar una vuelta’ o visitar esta zona turística de Girón, acuérdense de estos inofensivos animales que suelen reposar a orillas del río de Oro, justo detrás de los populares negocios en el malecón. Si no las ven, déjeles su ‘pedacito’. Ellas bajan de los árboles y engullen lo que esté.
¡Cuídelas y respételas!