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El es Simba, el tigrillo que convive junto a otras 397 especies en la refinería de Barrancabermeja

Un bello ejemplar de Ocelote bebé amaneció trepado en un árbol del conjunto residencial de la Refinería en Barrancabermeja. Vecinos y trabajadores conviven en armonía con lo salvaje.

Lejos de asustarse por la mirada fija y amenazante que tienen desde sus primeros días, Erminda Vecino quedó enamorada de un bebé de piel camuflada que clavaba sus diminutas pero afiladas garras a la rama de un árbol cercano a su residencia, que le servía de balcón para otear por la Refinería de Barrancabermeja.

Aquel gatito de ojos zarcos y ovalados a quien de cariño llamaron “Simba” -como el hijo del rey León-, parecía examinar el universo. Más que andar de cacería, buscaba de forma angustiosa la familia a la que le perdió el rastro de madrugada.

Sin querer quedó a merced de los humanos, por fortuna en una franja donde casi 3.000 personas de las 216.326 que residen abrigadas en el sopor bermejo – desde los operarios hasta los tuberos – saben que él es uno de los verdaderos dueños de los alrededores naturales de las más de 300 hectáreas de aquella poderosa infraestructura procesadora de hidrocarburos. La iguana que simboliza la marca lo dice todo.

A la diminuta fiera de camuflaje perfecto solo la delataba el ronroneo y el rojo intenso de su lengua entre el follaje verde donde se mantenía segura, varios metros arriba del pavimento.

Le inquietaba aquella mujer que levantaba algo entre sus manos para mirarlo. La observaba al tiempo que, como radar, paseaba sus ojos fieros.

La prole que buscaba estaba cerca, las cámaras de seguridad de ese imperio de acero la habían captado en su paseo de vampiros mimetizada con las sombras de la madrugada.

“Ya los hemos visto por ahí entrada la noche. Anda con la mamá y otros cachorros”. En la casa de Vecino Pico, como la canción infantil, ha sido frecuente el tarareo de algunas estrofas porque de pronto, una mañana, un perezoso amaneció colgado en una malla; hasta las iguanas come mango que no toman café, van y vienen desde el Cristo Petrolero para dejarse arrullar por el zumbido de las turbinas que mueven por sus vísceras gasolina, polipropileno, azufre, nafta…

“Simba” no era un tigrillo, era un felino que abunda en devaneos por toda América, de forma especial en ambientes tropicales, donde lo confunden con los margay. Hasta los gringos lo creen propio del Norte, desconociendo que es un andariego que en cada región se hace llamar diferente. ‘Ocelot’ para ellos, manigordo, tigrillo, canaguaro…

Es del tamaño entre un tigre y un perro, es de cola corta siendo el más grande después del jaguar y el puma según reposa en los libros de zoología. Lo señalan como “el más grande los manchados”.

Tiene fama de buen cazador por sus líneas aerodinámicas con cinco dedos delanteros y cuatro traseros para pasos sigilosos, movimientos silenciosos aunque las manos sean como las de ‘Wolverine’, armadas con uñas retráctiles.

Hasta sus ojos tienen un sistema de lentes progresivos para soportar los cambios de luz intensos. Aunque ve mejor de noche…

Y aunque tiene una pinta sugestiva de bestia feroz, él está en el menú de las boas, los jaguares y las águilas. Por eso ya no sobreabunda. Pero si usted tiene gallinas en su predio, ovejas o perros mansos, tenga la seguridad que “Simba” no respetará propiedad privada alguna.

Ah, pero él no es la única estrella en esa ciudadela de hierro rodeada de selva tropical húmeda, ciénagas y ríos.

Con el gigantesco trasformer por cuyas arterias de hierro circulan hidrocarburos, también conviven 397 especies contabilizadas por Ecopetrol: 135 de aves, 99 especies de plantas vasculares, 77 de insectos entre escarabajos coprófagos, hormigas y mariposas, 31 especies de peces, 20 de mamíferos, 18 de reptiles y 17 de anfibios que de noche tratan de elevar los decibeles a sus tráqueas en un vano intento por ganarles a la sinfónica de la chimeneas ardientes.

“El equipo de protección animal de la refinería de Barrancabermeja realiza una gestión permanente en pro del bienestar e integridad de los animales domésticos, ellos son parte de nuestro entorno. Para el caso de la fauna salvaje se cuenta con el apoyo de autoridades ambientales para darle tratamiento a cada especie” reportó Erminda.

No es gratuito que llamen a su entorno el santuario natural de la refinería de Barrancabermeja. Tienen la Eco reserva Centenario La Pácora en las veredas Campo Gala, San Silvestre y Campo Galán; 390 hectáreas rodeadas por la Ciénaga Palotal y los caños El Rosario y San Silvestre.

La visita de “Simba” le permite a la portentosa productora de combustibles alardear entonces de 169 especies que no habían sido registradas, que certificaron y que cohabitan con la cultura caribebarrameja de estos ‘costeños santandereanos’.

Pero además tienen identificados a nuevos ‘ciudadanos’: una especie de anfibios, 45 de insectos, 19 mamíferos, 4 de peces y una de reptiles.

“Todo esto comparado con los datos en literatura y GBIF (Global Biodiversity Information Facility)” explican.

Hoy el bebé felino debe estar reunido con su mamá y sus hermanitos, mientras allá en la casa, Erminda espera con las cámaras y los teléfonos listos para tararear una y otra vez su propio canticuento: “…Había una vez una iguana, con una ruana de lana, peinándose la melena junto al río Magdalena…”.

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