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Niños deben cruzar un abismo de 200 metros para llegar al colegio en Santander

En Santander, la aventura es parte del día a día para la familia Fajardo Carreño, que vive en las montañas de la vereda Olla Negra, en Galán.

Las actividades de aventura en Santander se encuentran por todos lados. Por un lado, están los amantes de la adrenalina que pagan por vivir las experiencias que ponen al límite sus vidas y, por el otro, los que por necesidad tienen que exponer sus vidas diariamente para estudiar, comprar el mercado o vender sus cosechas.

Este es el caso de la familia Fajardo Carreño, cuya vivienda está incrustada entre las montañas de la vereda Olla Negra, de Galán, un municipio de la provincia Comunera.

Todos los días, como cualquier familia dedicada al cultivo del campo, Jhon Fredy Fajardo y, su esposa, Anayive Carreño, despiertan después de las 4:00 de la mañana y, al poco tiempo levantan a sus hijos para que se alisten para ir al colegio. En total son seis menores y de ellos cuatro tienen que cumplir las actividades escolares, los otros dos aún no tienen edad para eso.

A las 6:00 a.m., caminan unos cuantos metros fuera de su casa, se echan la bendición y uno por uno (generalmente) se suben a una canasta de hierro tapizada en madera, que está colgada de un cable de acero de 300 metros de largo y que atraviesa de una montaña a otra, en donde la altura máxima fácilmente según sus cálculos es más de 200 metros. Todo esto con la vigilancia del señor de la casa.

Sebastián Fajardo, de 14 años y el mayor de los hermanos, dice que ya miedo no les da, por el contrario, es muy emocionante cuando están en lo más alto. Su padre, por el contrario, aunque reconoce que montar en el cable aéreo es parte del día a día de su familia, también es consciente que es un riesgo, “no es que sea bonitico”. Por eso hay recomendaciones básicas, no moverse ni sacar la cabeza y no usar el equipo cuando hay lluvias ni mucho viento. Fácil.

Por ahí, en ese armatoste de hierro pasan él, sus hijos, su esposa, las cargas de cosecha, todo. El recorrido bajando dura dos minutos y el pasajero – porque solo puede ir uno montado – debe ir activando una palanca de frenos para que el sistema de poleas y balineras no pierda el control.

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