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¡Orgullo de Santander! Esta es la historia detrás de la mejor taza de café de Colombia

El trabajo de Martha Cecilia Camacho y Alfonso Reyes, junto con sus tres hijos, les merecieron los reconocimientos a la mejor taza de café Colombia, el café más exótico, y el segundo lugar en los atributos de suavidad y balance. Así como un récord en subasta cafetera.

Por: Miguel Alguero

Ensayo y error. Así se puede resumir la historia de la familia santandereana Reyes Camacho, quienes este año lograron ganar la mejor taza de café de Colombia, el más exótico y el segundo lugar en atributos de suavidad y balance, en el octavo concurso nacional de calidad Colombia ‘Tierra de Diversidad’, organizado por la Federación Nacional de Cafeteros, realizado el pasado 11 y 12 de mayo.

Para conocer los detalles de esta taza hay que ir hasta el municipio de Curití, en la provincia de Guanentá de Santander. Ahí, en la vereda El Rodeo, a 14 kilómetros de San Gil por trochas, placa huellas y riachuelos, cultivaron el mejor grano, que obtuvo un puntaje de 87,83, de acuerdo con la escala de Specialty Coffee Association (SCA) y evaluado por catadores de Almacafé.

El día a día de esta familia inicia cuando Alfonso prepara el primer café del día, a las 4:00 de la mañana. A esa hora, la finca se pone en movimiento para llegar a esa calidad deseada. Mientras Martha Cecilia se toma tres tintos al día, uno después de cada comida, Alfonso se toma entre cinco y seis tazas en promedio al día.

Esta es la historia detrás de la mejor taza de café de Colombia

Cinco meses después, la suavidad de este café se saborea todavía en una buena taza caliente. El olor a café del mejor grano de Colombia inunda la sala y cocina de la finca de la familia. La única hija, Carolina, lo prepara para la degustación de los visitantes, en esta región que mostró la calidad de su grano y que apunta a cautivar ese paladar exigente del mundo.

La preparación la hace con el método de filtrado para que las notas dulces se sientan más, mientras Martha Cecilia, recostada en el mesón al lado de cebollas, tomates y aguacates, recuerda también otro récord, ser la primera mujer colombiana en lograr altos precios en una subasta.

En subasta

Dentro de las 135 hectáreas de la finca hubo un lote de café especial de donde sacaron los 360 kilos para la competencia divididos en dos microlotes. Martha Cecilia obtuvo el segundo y cuarto mejor precio en la subasta internacional de los mejores lotes del concurso Colombia ‘Tierra de Diversidad’.

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Con el primero logró 91 dólares por libra, comprado por la compañía Shanghai Carmo Trading; y con el segundo obtuvo 96 dólares por libra, comprado por CHG Coffee TarTar.

La oferta empezó en 5 dólares y debido a las bondades de su café, catalogado como el más exótico y la mejor taza, rompió la barrera de los 90 dólares.

El peso del primer lote fue de 317,46 libras, empacado en seis cajas. El café, cultivado a 2.000 metros sobre el nivel del mar, de variedad Geisha tuvo un proceso de lavado y doble fermentación larga de 41 horas. El cierre de venta fue de 28.888,86 dólares en total.

El segundo lote, también de variedad Geisha, pesó 264,55 libras, empacado en cinco cajas, asimismo con un proceso de lavado y doble fermentación de 41 horas, para un total de 25.396,80 dólares.

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Como caficultora, su familia ha sido la mayor motivación e inspiración para seguir adelante y el vínculo con sus hijos la llevaron a tener un cultivo de alta calidad, poniendo en marcha la innovación principalmente en procesos de fermentación y sembrar otras variedades.

Hoy, Martha Cecilia es un referente para las 33.135 familias cafeteras en Santander, a lo largo de 74 de los 87 municipios del departamento, para un total de 54.200 hectáreas cultivadas con el grano, que es el producto de mostrar por excelencia de las exportaciones en Santander y representan casi la mitad de la canasta exportadora no minero energética.

Los inicios

Alfonso, de 73 años, es el padre de la familia Reyes Camacho. En octubre del 2011 empezó a sembrar café y durante 12 años ininterrumpidos lo ha hecho gracias al soporte de su esposa, Martha Cecilia, quien se considera una mujer persistente a sus 67 años.

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El amplio mundo de la caficultura ha cobijado a esta familia producto de la tradición agrícola de los padres de Alfonso, quienes en el departamento del Meta lo introdujeron a este sector y cuando llegó en 1991 al Socorro compró una finca de café. Pero hace una década vieron este cultivo como una oportunidad para subsistir.

“Vimos que el clima era especial para café, así como la altura. Esto es con sus más y sus menos, pero seguimos como agricultores de toda una vida… Mi papá tuvo su primera cosecha en 1958, cuando apenas tenía ocho años. Todo era en mula, así se sacaba el café por trochas y carreteras”, cuenta Alfonso, debajo de una mata de plátano sembrada en medio del cafetal para darle sombra.

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Por su parte, Martha Cecilia no conocía nada del cultivo del café antes de que su esposo comprara la finca en febrero de 2011, “porque en mi casa ni en mi vida había visto o tenido esta experiencia del café”. Pero tanto ella como sus tres hijos se enamoraron “perdidamente del café”.

Martha Cecilia narra que el amor al café fue espontáneo a medida que trabajaban más en los cafetales, “sin estarles insistiendo, ellos quisieron seguir el negocio del café y se enamoraron de toda la cadena de valor del cultivo”.

Ellos son Carolina, quien actualmente es comunicadora de la Cooperativa de Caficultores de San Gil y barista; Cristian, quien estudió en Italia un Máster en Economía y Ciencia del Café; y Manuel Ricardo, el menor de la familia, quien aporta la creatividad para el diseño y las bolsas de la marca.

Los Reyes Camacho crearon la marca Ruralia desde el 2018 con la finalidad de ofrecer un café de origen único, elegidos de los mejores microlotes y con microtostación. Y también crearon la marca de El Rodeo Hacienda Cafetera, en donde se da el negocio de cafés especiales que llegan a mercados internacionales como Estados Unidos, Corea del Sur, España, Suecia, Alemania y Reino Unido.

El rol de la mujer

En los cerca de 300 años de historia que tiene este sector en Colombia, hasta ahora las mujeres se están abriendo camino en el café, un sector agrícola muy machista, en el que caficultores se resisten a que ellas tengan más visibilidad y muestren su capacidad de administrar y decidir.

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Hoy, Martha Cecilia hace parte de las 10.852 mujeres que se dedican a la actividad cafetera en Santander, quienes representa el 32,6 % del total de cultivadores, según el registro del Comité Departamental de Cafeteros.

“Me parece interesante que la mujer se vincule más y quite ese pensamiento, que se creyó, que esto es de machos. Me encanta que las mujeres sean más apasionadas por el cultivo que los hombres. Y la mano de la mujer le aporta el cultivo un valor agregado, somos más detallistas que el hombre por la naturaleza, más cuidadosas con la recolección del grano”, comenta Martha Cecilia, mientras mira de lado a Alfonso.

En medio de los palos de café, a pesar de que Martha Cecilia es de pocas palabras, cada vez que habla lo hace para darle armonía al negocio y a su familia. “Todo lo que hemos hecho y emprendido lo consultamos primero entre nosotros dos. Luego este proyecto fue consultado con mis hijos”, añade Martha Cecilia.

Mientras recorría parte de las hectáreas de la finca, en un lote frondoso con granos ya maduros, Martha Cecilia cuenta que también sus hijos, en especial Carolina y Cristian, le trasmitieron ese fervor y entusiasmo por los cafés especiales, que hoy la ponen como referente en Santander y Colombia de calidad.

El detrás de cámara de la mejor taza

El autor intelectual, si así se puede llamar, de la idea de un café especial y de alta calidad fue Cristian, quien llegó a Colombia con pensamientos frescos, tras cursar su maestría.

Junto con Alfonso y Martha Cecilia pasaron días y semanas ensayando, haciendo pruebas, catando y probando técnicas de fermentación y lavado. “Me dijo papá, vamos a competir y yo lo apoyé, y la mamá que manda aquí lideró el proceso, y afortunadamente se dio el resultado, pero no ha sido fácil”, dice Alfonso.

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A la conversión, en medio de los cultivos con un sol radiante de septiembre y algunas nubes cargadas de agua que pasan por encima de la montaña, se une Carolina, quien explica que ellos probaron con café natural, con proceso honey o amielado, con lavado y fermentación en agua, incluso con técnica anaeróbica.

“Probamos con 24 horas, con 36 horas de fermentación, hasta con 48 horas. También con secado en patio, secado en pasera y en silo”, precisa Carolina, a lo que su papá contestó: “Yo estaba que tiraba la toalla o botaba la gorra”. Por eso la historia de esta familia es un ensayo y error.

Hasta que cataron y degustaron, y encontraron en la variedad Geisha el grano para concursar, luego de que Martha Cecilia motivara a sus hijos y esposo a terminar lo que habían emprendido. “Después de tanto ensayar, detrás de esa insistencia está Martha”, afirma Alfonso, y Martha agrega: “Uno inconsciente o conscientemente va llevando ese mensaje, verlos tan entregados y todos trabajando. Esto fue un ejemplo de amor de madre hacia sus hijos y de padre también”.

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Raro, exclusivo y con un precio bastante elevado, el Geisha a menudo se asocia con cafés de Centroamérica, pero es una variedad original, descubierta en los años 30, de las montañas alrededor de un pueblo llamado Geisha, al sureste de Etiopía. Los palos crecen alto que se pueden distinguir por sus hojas alargadas y la calidad mejora a medida que se cultiva en mayor altura.

En la taza, el Geisha despliega toda una agradable experiencia dulzura, claridad y sabor brillante, por sus delicados aromas florales, de jazmín y de melocotón. Muy variado para algunos paladares exigentes, incluso una variedad distinguida por su sabor a aceite de bergamota y cáscara de naranja.

En las hectáreas cultivas se ubican cuatro fincas unidas, así lo explica Alfonso, la principal El Rodeo donde está la casa, el beneficiadero y las habitaciones para los recolectores que en cosecha pueden llegar a 100. Luego están El Manantial otra, La Quinta y Villademar, en donde la familia Reyes Camacho habló con Vanguardia.

En esa extensión se encuentras distintas variedades como Castillo, que comprende el 90 % del área, y el 10 % restante entre Geisha y Sidra, proveniente del Ecuador.

“Me siento muy orgulloso de lo que muestro con cafés desde 1.900 metros de altura hasta 2.125 metros en aquel cerro que se llama Monserrate. Por eso hay que ser agradecidos porque este cultivo nos ha levantado y nos ha dado de comer”, aseguró Alfonso.

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