Como nació sin manos, a Jhonny Andrés Osorio la vida se le puso cuesta arriba. Y ocurrió desde el vientre cuando su madre, de apenas dieciséis años, tenía que elegir entre abortarlo o parirlo, pues su compañero sentimental lo rechazó porque “él no quería criar un hijo deforme”. Si nacía, la consecuencia era la separación.
Pasado el tiempo, Marcela Osorio siente que al dejar que su niño naciera tomó la mejor decisión del mundo, “porque aunque fue el momento más duro de mi vida me dio el carácter para crecer como mujer y sobre todo como persona”.
Jhonny, por demás, desde bebé mostró que no iba a ser una carga. A los tres años ya se cepillaba los dientes, se cambiaba la ropa, movía el control del televisor, se bañaba, comía y manipulaba el celular. Además, jugaba fútbol. Todo lo hacía con los pies. Era un milagro de vida envuelto en un cuerpo de 90 cms.
“A medida que pasaban los días él me iba enseñando que la falta de brazos no iba a ser una limitante para nada sino una posibilidad y eso me dio cierta tranquilidad, porque yo era muy joven y tenía miedo de no lograr ser el soporte que él necesitaba para salir adelante”, dice Marcela.
Lo que hacía a esa edad era tan significativo, que llamó la atención de los periodistas. Su historia mereció páginas en EL COLOMBIANO y otros medios de la ciudad. Jhonny reía, era simpático, tranquilo y hacía todo con tal naturalidad, que nunca inspiró lástima sino admiración, respeto.
“Una que otra persona lo ve a uno y cree que no va a ser capaz de hacer cosas, pero yo les demuestro que sí, que la limitación está más en los demás que en mí mismo”, expresa cinco meses después de haber cumplido los catorce años el pasado 3 de junio.
Johnny no ha parado de crecer y cumplir metas sin necesidad de los brazos. El Jhonny adolescente es otra caja de sorpresas. Nada, toca piano, juega cartas, parqués, escribe con lapicero y prepara sus alimentos. Su historia está marcada por los logros.
Hace el 80% de las cosas
En una cifra, su madre Marcela resume las capacidades de Jhonny. Dice que el 80 por ciento de la vida cotidiana de su hijo transcurre de forma natural. Johnny va más allá y asegura que todo lo vive de manera normal, que en nada de lo que se propone fracasa.
“En verdad nada me da lidia, porque desde niño me acostumbré a no tener manos, siento que no las necesito aunque haya cosas que den más lidia”, contesta.
La vida escolar, que aparentemente iba a ser muy difícil en estos tiempos de bullying y desarrollos tecnológicos, para él no significó nada diferente a asistir a las aulas, aprender a leer y escribir e ir quemando cada grado y etapa de la misma forma que sus compañeros de clase. La más temerosa del proceso era su madre. Cuenta que ha pasado por colegios privados y públicos. Jhonny sostiene que las dificultades que ha tenido no han sido con los compañeros sino de parte de los profesores, “porque muchas veces no ponen actitud y no hacen las adaptaciones para que todos nos sintamos iguales”.
Él escribe los dictados de clase con la misma soltura de sus compañeros, que lo hacen con las manos, y a la misma velocidad. Aunque anda en vacaciones, nos hizo las demostraciones de cómo con los dedos de sus pies va construyendo las palabras sin desviarse de las líneas del renglón.
En 2023 iniciará el grado décimo. Su sueño es ser ingeniero de sistemas (aspira a que le den una beca): “en todo caso quiero ejercer una profesión y ganarme la vida luchando como todas las personas, no quiero nada fácil”.
Natación y piano
Hace un año, Jhonny inició clases de piano. Su pasión por la música le nació muy temprano y tuvo la suerte de que alguien se enteró de su gusto por la música. La casualidad hizo que ‘Tutu’, una señora de nombre Teresa Vélez, que no es familiar de sangre pero que desde niño lo acogió, ha sido su sostén y ha ejercido al mismo tiempo como abuela y segunda madre, lo llevó a una fiesta de quince años. Allí el niño expresó que quería tocar algún instrumento y un amigo le regaló el piano.
Usted no imagina a ese niño cuando se lo dieron, lloraba de la felicidad”, cuenta ‘Tutu’, a quien no le caben más elogios y adjetivos para referirse a Jhonny.
Ella es jubilada de la Policía y gracias a esto lo hizo conocer del general Julio César González, quien no solo lo tomó como ahijado sino que también logró lo que la familia considera otro gran milagro para la vida de Jhonny: que tuviera un encuentro con el Papa Francisco durante su visita a Medellín en 2017.
“El general González era el jefe de la seguridad del Papa y él le quiso hacer ese regalo al niño, vinieron y lo recogieron y lo llevaron al colegio San José, donde Francisco estaba de visita”, recuerda Teresa.
Cuenta que su “nieto” le llevó una chocolatina en forma de corazón y un llavero con las imágenes del mismo Pontífice y la Santa Laura, pero ambas cosas las llevó en la boca, lo que desató la ternura del Papa, que lo tomó en brazos, compartió un buen rato con él y le dio consejos.
Jhonny no olvida el momento, pero hoy lo asume como un episodio más de su vida: “fue algo especial. Y lo vi como una persona común y corriente, sin importar que sea un líder mundial, todos somos iguales. Aunque sí dejó una marca en mí, me trató bien y pude mostrarle que mi discapacidad puede servir para ayudar a otras personas”.
Además de muchos logros, el que en Medellín se conoce como el niño de los pies milagrosos ya superó el sexto nivel de natación y se siente en capacidad de competir con personas que sí tienen brazos. Hace nueve años tiene una hermana llamada Dulce María con quien comparte muchos gustos y momentos. “Son un complemento”, dice Marcela.
La niña lo abraza constantemente y a veces intenta hacer con sus pies lo mismo que hace Jhonny, pero no logra los mismos resultados. Pocos pueden igualarlo en la destreza de cada tarea.
Hace nueve meses se enamoró por primera vez. La elegida es una joven de 15 años de nombre Tatiana, compañera de clase. Dice que fue amor a primera vista, que él le habló primero porque sintió la energía y que luego todo fluyó. “Me gusta todo lo de ella”, dice sonriente.
Su evolución ha sido tal, que su madre ya no teme dejarlo solo en casa, pues Jhonny ya es capaz de prepararse la comida: aprendió a pelar papas, yucas y plátanos, pica las salchichas y es capaz de freír los alimentos. Sus pies parecen elásticos, los lleva con toda naturalidad hasta su boca, se peina o pasa las páginas de un libro sin dificultad.
“Mis piernas son mi fuerza, mi punto de apoyo, con ellas puedo ayudar a muchas personas a que aprendan que nada nos puede limitar”