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El café, impulsor del cambio del sur del Tolima

El café ha sido para el sur del Tolima el motor de las transformaciones de los últimos años. No solo dinamizó la región, sino que además desplazó las economías de guerra, tan implantadas en el fondo de los conflictos.

En el 2006 Planadas, y el sur del Tolima en general, pasaba por lo más cruento de una época que fustigó la tranquilidad de todo el país. Ese mismo año, el entonces presidente Álvaro Uribe declaró al municipio como ‘zona estratégica de recuperación’ debido al poder total que ostentaba la insurgencia.

La influencia del Frente 21 de las FARC en la zona era absoluta y, al mismo tiempo, la zozobra se acrecentó, pues miembros de la Dipol, la Sijin y el Ejército comenzaron a realizar operaciones encubiertas, una de las estrategias básicas de la lucha contrainsurgente.

En medio de ese ambiente turbio hubo una buena noticia que, para muchos, abrió un sendero de cambio: Edith Enciso, de la finca La Isla del corregimiento de Gaitania de Planadas, ganó la ‘Taza de la Excelencia’ y el reconocimiento de producir uno de los mejores cafés especiales de Colombia.

El café del Tolima es hoy conocido en el mundo entero por su calidad en taza, la cual se debe a los atributos de sus suelos volcánicos, con características que son muy bien valoradas entre los expertos: las notas afrutadas, de albaricoque, durazno, entre otras, que logran que sea mucho más aromático.

La gran ventaja del departamento es que se produce café orgánico durante todo el año, particularidad que lo diferencia de competidores como el de la Sierra Nevada, que cosecha solamente entre octubre y marzo. Cultivado en su mayoría en pequeñas parcelas, el 96.7% de los caficultores del Tolima son pequeños productores de menos de cinco hectáreas.

Cambio social

El departamento es el tercer productor a nivel nacional, con una participación en el mercado del 12.8% en 108.141 hectáreas de distintas variedades en 38 de los 47 municipios, según la Federación Nacional de Cafeteros. Sin embargo, el café en el sur no solamente ha sido auxilios e impulsor del desarrollo, se ha convertido también en símbolo de cambio: “Hace algunos años, cuando entró el café, salió la amapola”, comenta Ana Jesús Valderrama, caficultora de la vereda Canoas Copete de Ataco y productora de Cafimujer.

Los ejemplos de asociaciones, cooperativas, agrupaciones, vecinos y amigos que ven en el café una oportunidad de superación se cuentan por cientos en esta región. “En el sur del Tolima el café ha sido un símbolo. Se produce entre los cafeteros, pero también entre las víctimas, comunidades indígenas y excombatientes. Con el café se integró la comunidad, y eso es contribución inmensa a la construcción de paz”, mencionó Carlos Guillermo Ospina, Comisionado de la Verdad que ha trabajado durante años en esta zona del Tolima.

ASOPEP es una de las asociaciones de productores de café más importantes del sur del Tolima. Actualmente tiene 349 miembros, de los cuales 100 están dedicados al cacao y 249 a la producción de café en Planadas, Ataco y el Huila. Entre las actividades que realizan, la sede de la asociación funciona de centro de acopio de café y cacao. Al año circulan 1.200.000 kilos de café. También hacen de puente para permitir la exportación del producto: ASOPEP negocia con el cliente en el exterior, envía el café a la empresa exportadora y así se cierra el negocio.

La marca de café ‘Tercer Acuerdo’, producido por exintegrantes Farc del Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) El Oso, en Planadas, es acompañado por ASOPEP. La asociación les vende el café orgánico y los reincorporados lo tuestan y lo comercializan. El primer acuerdo de paz se dio en 1996 entre los indígenas Nasa y la FARC, el segundo fue entre el Gobierno Nacional y las FARC en 2016. Ahora, el ‘tercer acuerdo’ busca ser un símbolo de la superación total de la violencia.

“El trabajo ahora es más fácil. Antes a la gente le daba miedo venir por esta región por la violencia. Los extranjeros tenían miedo de venir, pero ahora lo hacen hasta por tierra para conocer. Hay más comercio y las cosas se ven mejor: usted sabe que el café hace amigos y trae progreso”, contó Jorge Rojas, analista físico de ASOPEP.  Creada hace 8 años, hoy la asociación tiene una finca de 8 hectáreas en la que ofrecen a los caficultores servicios de secado, central de acopio de cacao y se está construyendo una escuela de café para niños.

Las asociaciones cafeteras se han convertido en una opción de cooperación comunitaria para consolidar el auge de este importante subsector económico. A muchos de los pequeños productores les ha dado la posibilidad de tecnificar la producción y comercialización a niveles altos. Agrupaciones de cafeteros como Acedga o ASOTBILBAO en Gaitania, Asocalarama o la Corporación Agropecuaria Café Hermosas, en Chaparral, Asociación Cafetera Ascafur en Rioblanco, son modelos de éxito y superación de etapas complejas.

CAMILO JIMÉNEZ – El Nuevo Día

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