El tiempo pasa veloz en la vida, pero también en la muerte. Hace un año los santandereanos nos vimos profundamente conmovidos por el fallecimiento de Alejandro Galvis Ramírez, y tuvimos la oportunidad de repasar su ciclo vital, en medio del dolor que nos producía su partida.
Hoy, cuando el calendario ya nos señala que ha pasado un año de ese acontecimiento, no podemos hacer otra cosa que lamentar su ausencia, con el asombro que produce ese inmenso vacío, que ya no se puede llenar, pues Alejandro Galvis Ramírez pertenece a ese reducido círculo de los irremplazables, por todo el significado que tuvo su asombrosa y fecunda personalidad.
En este año transcurrido, cuando contemplamos los muchos acontecimientos que nos han sucedido, pensamos siempre en que si él estuviera otra sería la manera de contemplar los hechos, y también, otra la forma de abordarlos.
Y es que su carácter, su inteligencia y disposición permanente para aportar y ser parte de la solución de los problemas, en verdad nos hace mucha falta.
Cuando muy joven asumió el reto para encargarse de Vanguardia, no solo pensó en lo que debía ser la consolidación y el crecimiento de la empresa, sino en el beneficio que tenía que reportar en el departamento de Santander, objetivo en el cual se movió y luchó, porque si hay algo en lo que debemos reconocer de manera sobresaliente su actuación, es en el inmenso amor que tuvo por la región, para la cual veía oportunidades en todas partes, y para las cuales demandaba esfuerzos, exigía compromisos y censuraba sin tapujos conductas inapropiadas que no correspondieran al buen actuar.
Ayudó así a la región, a las instituciones que lo merecieron, a la sociedad que lo acompañó, a su familia que estuvo en todos los momentos cerca. Y desde ese referente, tenemos que exaltar esa vigorosa existencia, para poderla proyectar en las nuevas generaciones santandereanas.
La santandereanidad hay que revivirla alrededor de los personajes que han hecho posible esa identidad y esa forma de vida; también ese ejemplo de lucha y esa capacidad de entrega. Quienes lo acompañamos en muchas de sus jornadas y comprobamos buena parte de sus desvelos, podemos entender que esa capacidad de trabajo que supo reflejar en todos los aspectos de su actuar, rindió sus frutos y nos permiten contemplar con orgullo el resultado de los mismos.
Cuando hoy registramos con tristeza ese inmenso vacío, en un año de inexistencia física, tenemos que pensar en que definitivamente los grandes hombres no mueren, permanecen indefinidamente en cada una de las improntas que marcaron su actuar y que dejan como un inmenso legado para todos los que en este escenario todavía persistimos.
Ese hombre, que orientó esta casa periodística, y que salía todos los días de su oficina a las tres de la mañana, con el primer periódico que expulsaba la veloz rotativa, después de haber vivido y tal vez padecido todo el acontecer del día anterior, es el que hoy recordamos en medio de la profundidad del vacío y de esas evocaciones nostálgicas que nos acompañan siempre.
EUCARISTÍA EN SU NOMBRE
Tras un año de su muerte y como un homenaje póstumo a Alejandro Galvis Ramírez, se ofrece hoy una eucaristía en la Iglesia San Rafael Arcángel, situada en la calle 7 No. 11-43, de Piedecuesta. La Santa Misa será oficiada por el sacerdote Alejo Mantilla.