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Margalida Castro: los personajes que inmortalizaron a la diva de la televisión colombiana

Margalida Castro, un nombre grabado en la memoria de la televisión colombiana, dejó un legado inmenso a través de los personajes icónicos que interpretó a lo largo de su carrera. Su talento, versatilidad y pasión dieron vida a mujeres inolvidables que marcaron la historia del entretenimiento en el país.

La partida de Margalida Castro deja un vacío profundo en el mundo del entretenimiento, pero también un legado imborrable en los corazones de quienes disfrutaron de su trabajo. A lo largo de su prolífica carrera, esta actriz santandereana no solo interpretó personajes inolvidables, sino que transformó la manera en que el público veía la actuación, aportando humanidad y profundidad a cada uno de sus roles.

Desde los dramáticos salones de la televisión hasta los escenarios del teatro, Margalida dio vida a mujeres fuertes, complejas y entrañables que resonaron con generaciones. Sussy Borda de Lavalle, en Gallito Ramírez (1986), destacó como una madre imponente que combinaba amor y orgullo por su familia, un papel que le valió el reconocimiento con el Premio India Catalina. Este personaje se convirtió en un ícono de las producciones nacionales.

Más tarde, en Yo amo a Paquita Gallego (1998), encarnó a la inolvidable Isabel Vargas, conocida cariñosamente como ‘Chavela’. Este papel, diseñado especialmente para ella por el guionista Julio Jiménez, fue una oportunidad para demostrar su talento en el género del melodrama, ganándose un premio TVyNovelas. Chavela fue una figura crucial en esta historia de amor y secretos, un personaje que mezclaba ternura y firmeza.

Su versatilidad quedó patente en El secretario (2011), donde interpretó a Gertrudis Buenahora, o ‘Dudis’, un personaje lleno de matices que le valió un segundo Premio India Catalina. Y cómo olvidar a Úrsula Cabrales, en Chepe Fortuna, una mujer de carácter fuerte que se ganó el cariño del público con su humor y sagacidad.

Uno de los papeles que ella misma consideró más especiales fue el de la Tía Margaret, en La posada. Este personaje le permitió mostrar su faceta más cálida y entrañable, consolidándola como una actriz capaz de adaptarse a cualquier género y rol.

Margalida Castro no solo fue una actriz, sino una narradora de historias. Cada personaje que interpretó llevó consigo la riqueza de su alma y el compromiso con el arte. Su partida nos recuerda la importancia de quienes dedican su vida a contar historias, esas que quedan grabadas en la memoria colectiva.

Hoy, mientras la despedimos, celebramos a la mujer detrás de estos personajes, quien con su talento, autenticidad y pasión, marcó un antes y un después en la televisión colombiana. Margalida no se ha ido; su legado vive en cada risa, lágrima y recuerdo que sus interpretaciones nos dejaron.Margalida Castro falleció este 19 de diciembre. //Foto: tomada de internet.Margalida Castro falleció este 19 de diciembre. //Foto: tomada de internet.

Margalida Castro: esta fue la batalla más feroz que libró fuera del escenario

En su libro autobiográfico Camisa de Fuerza, Margalida desnudó las cicatrices de su pasado, relatando con crudeza los años en que fue internada en instituciones psiquiátricas. No era un acto de vulnerabilidad, sino un grito valiente, una denuncia que expuso las prácticas inhumanas de aquellos lugares donde, más que curar, se silenciaba a las almas fracturadas.

Margalida creció en una familia rígida en Santander, donde las emociones eran un lenguaje extraño. Desde joven, los episodios de profunda tristeza y deseos autodestructivos la marcaron como “diferente”. En una sociedad que temía lo que no entendía, fue enviada a hospitales psiquiátricos, donde las respuestas no llegaban y los métodos parecían castigos. Allí, la actriz vivió un auténtico infierno: encierros, inyecciones sin explicación y aislamiento. “Me convertí en un número, en alguien que no merecía ser escuchado”, relató en su obra.

Las paredes de aquellas instituciones no solo encerraron su cuerpo, sino también su espíritu, obligándola a confrontar una verdad escalofriante: el sistema que debía sanarla, la deshumanizaba. Pero incluso en los momentos más oscuros, Margalida comenzó a forjar la resiliencia que años después la llevaría a emerger como un ícono.
Cuando finalmente salió de aquel calvario, Margalida tomó las sombras que la habían perseguido y las transformó en arte. El teatro y la televisión no solo fueron su salvación, sino también su plataforma para gritarle al mundo su verdad. En cada papel, Margalida canalizaba su dolor, enfrentaba sus demonios y, sin saberlo, se convertía en un faro de esperanza para otros.

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